Amores perros

Esto era una vez un perro que conoció a una perra, se olisquearon, se dieron toquecitoscon el morro, corrieron juntos, ladraron felices y finalmente el perro se dispuso a montar a la perra. Así de simple podría parecer que es la vida amorosa canina, pero no, la experiencia de Juancho y Noa me ha enseñado que hasta los perros dan sus vueltas antes de entregarse al desenfreno carnal… En realidad, Juancho y Noa lo tuvieron facilísimo: ambos sus dueños/padres estaban felices de cruzarlos para tener una camada de peluditos pastores catalanes, y facilitaron los encuentros. Pero aunque Juancho ponía empeño y Noa lo animaba cada poco, nunca terminaban de completar el acto, en el fondo se les veía más pendientes de sus dueños voyeuristas que de ponerse en faena, y claro,así no había manera de terminar de engendrar a los pequeños gos d’atura… La dueña/madre de Noa finalmente aceptó que su hija/perra querida pasara  la noche fuera de casa, por vez primera, y así darles el tiempo y la intimidad necesaria. De este modo los dos amantes pudieron pasar una noche romántica y lujuriosa (a partesiguales) en el coqueto jardín del hogar de David en Pedro Valdivia Norte… A la mañana siguiente, Noa amaneció con cara melancólica y apesadumbrada, en plan “quizá nos hemos apresurado, no sé bien si estoy preparada para iniciar una relación seria, será este un buen padre para mis cachorros…”, mientras que Juancho la miraba desconfiado en plan “vaya, pero todavía no te fuiste, bueno, te doy el desayuno pero no vayas a pensar que esto ya es serio, yo no estoy preparado para comprometerme…” Pasaron el día sin hablarse mucho, con gesto embarazoso, y cuando la dueña/madre de Noa vino a buscarla, ésta no disimuló su alivio alegre de poder irse, justo cuando Juancho empezaba a vislumbrar la posibilidad de una nueva sesión amatoria, en plan “bueno, ya que sigues sin irte, aprovechemos, pero sin compromiso,eh”.

Por supuesto, Juancho no la llamó en los siguientes días, ni siquiera para un “hola, cómo estás, te llamo aunque no seas mi novia, porque compartimos un momento lindo y sólo por eso eres importante, aunque no vayamos a casarnos, es puro respeto y cariño, ya está, porque está feo acostarse con una tía y no llamarla al día siguiente y yo no soy así…”, pero bueno, todos los hombres, perdón, los perros son iguales… eso sí, cuando la dueña/madre de Noa la trajo de nuevo a casa (por si el encuentro nocturno no había sido lo suficientemente fértil), Juancho la recibió con renovado alborozo lujurioso. Una perra de otras latitudes quizá hubiera entrado en el juego histeriqueante de Juancho, pero Noa es una catalana orgullosa y le respondió con gruñidos, descartando la posibilidad de un nuevo polvo. Como todos los hombres, perdón, perros, Juancho se rasgó las vestiduras asegurando no entender a las mujeres, perdón, a las perras, y se echó a los brazos de Darling, que lo consoló como todas las madres consuelan a sus hijos (y así nos va): “¿viste, Juancho? Ella no te quería de verdad, era solo lujuria…”

También yo consolé a Juancho (no sé bien por qué, si en el fondo pienso que todos estos (perros) cabrones tienen lo que se merecen), pero a mi manera: Juancho ya no sólo duerme en mi cuarto, a veces salta a mi cama. David me regaña, con toda la razón, lo estoy mal acostumbrando, pero es que Juancho es listo (como todos los hombres, perdón, perros) y sabe aprovechar la oportunidad para meterse en la cama de una chica, básicamente cuando estoy dormida y no tengo fuerzas para echarlo… además, últimamente las noches son tan frías que se agradece tener su cuerpo peludo sobre los pies… la culpa del frío es de David, que no supo ser humilde con los técnicos de la caldera. La caldera se rompió, no funcionaba la calefacción y David llamó a la empresa de mantenimiento, éstos vinieron (tres días después, prisas las justas) y tras apretar dos tuercas, dictaminaron que todo estaba perfecto. Aquella noche la calefacción seguía sin funcionar, y ahí es cuando le aconsejé a David que representara el papel de “damisela de la Madre Patria, obviamente subnormal”, pero David es un orgulloso hidalgo español que entiende que hay que exigir que se cumpla lo pactado, así que firmemente emplazó a la compañía a que arreglaran bien la caldera. Los chilenos llevan muy mal que les lleves la contraria cuando han dictaminado que una cosa está ya solucionada (bueno, en realidad llevan muy mal que les lleves la contraria en cualquier cosa), así que los operarios vinieron por segunda vez (cuatro días después, a ver qué necesidad de tanta prisa), apretaron tres tuercas más y se fueron diciendo que estaba ya arreglada. Aquella noche, bajo los primeros síntomas de congelación (fue entonces cuando Juancho saltó a mi cama), volvimos a llamar a la compañía, que mostraron su sorpresa incrédula de que la cosa no estuviera ya resuelta, y finalmente los operarios volvieron (a la semana siguiente, ¿quién necesita de calefacción en invierno?), y ya ahí reconocieron que había un problema con “la tarjeta”, dijeron que volverían con una nueva… y en esa estamos…

Mientras tanto, yo sigo progresando en mi instalación en el Santiago bip! Ya tengo tarjetas de crédito (mi ordalía para abrir una cuenta bancaria merece un capítulo aparte), y chachan, ¡ya tengo apartamento! En el mismo barrio de Valdivia Norte, al otro lado del Mapocho a la altura de Providencia, un tranquilo barrio de casitas, atravesado por la avenida Pedro Valdivia Norte, calle que van cortando sucesivamente las calles de los Conquistadores, los Hidalgos, los Españoles, los Navegantes , el Comendador, los Araucanos y los Misioneros. Vamos, que es un barrio temático. En mi nueva calle lamentablemente se les acabó la imaginación y sólo se llama del Cerro, con lo genial que hubiera estado vivir en la calle Caupolicán… pero por lo demás estoy contenta, sobre todo tras haber triunfado en las intensas negociaciones que han precedido la firma, prácticamente todas en torno al color de las paredes. Todo el apartamento era amarillo, amarillo albero en el salón, amarillo crema en los dormitorios, amarillo con pintitas en los cuartos de baño. Todo amarillo (menos el dormitorio, que estaba cubierto de papel azul celeste con florecitas). Mi nueva amiga Maria Inés me contó que esto de los chilenos con el amarillo es digno de estudio sociológico, una verdadera obsesión que no sólo abarca a la decoración sino también a la moda, que ella tiene una amiga que se enamoró de un perro, perdón, hombre, que gustaba de llevar camisas amarillo clarito (de manga corta) con el traje de chaqueta, y claro, eso complicó enormemente la relación.

Pero aparte de la soberbia de los técnicos de calderas, la obsesión con el amarillo, y las jugadas de mi (nunca suficientemente odiados) corredores inmobiliarios (con excepción de la que finalmente me ha conseguido el apartamento: nos hemos hecho amiguitas), sigo descubriendo cosas positivas de los chilenos. La última: ¡bailan! Todos, no sólo las mujeres, no sólo los gays, todos, como las locas, una maravilla. Se me saltaron las lágrimas de la emoción cuando en una velada superchic de gente de teatro, con ostras, empanadas y champagne, acabaron poniendo música y arrancaron a bailar. Nadie entiende mi alegría aquí, cuando les digo que he pasado los últimos 4 años de mi vida en un país en el que sólo bailan una noche al año, que llaman Noche de la Nostalgia, se ríen a las carcajadas asumiendo que les estoy gastando una broma…

Y para concluir, mensaje de la dueña/madre de Noa: se muestra agotada, nerviosa y con mucha hambre… ¿seremos finalmente todos titos de la primera camada de gos d’atura chilenos??

 

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