Bombeando…

Santiago, Pretoria, Canberra, Bangkok, Estocolmo… destinos A,B o C… puesto consular, administrativo o cultural (o los tres)… me llega o no me llega… meterse o no meterse en el bombo… forzoso en puesto, forzoso al exterior, forzoso al MAEC… representantes en la Junta… informes de puesto… Querido lector, si alguna vez te encuentras a alguien que maneja ese vocabulario, no tengas dudas, estás con un diplomático español… que probablemente estará «bombeando»…

¿Qué es «bombear»? Pues el «bombo» es el apodo popular con el que los diplos españoles denominan a la convocatoria general de asignación de puestos en el exterior para los funcionarios de la carrera diplomática, o sencillamente, el concurso con el que los diplos son destinados a un puesto u otro. El sistema está regido por un reglamento que establece las reglas bastante bien, con fechas y plazos cerrados: así que si alguna vez, querido lector, te encuentras con un diplo español en diciembre, le puedes preguntar si va a pedir prórroga (y así quedarse más tiempo en el puesto), si es enero, si se va a meter en el bombo (es decir, si va a concursar ese año para cambiar de puesto, aunque a veces se concursa obligatoriamente si se ha terminado el plazo máximo de permanencia en puesto, como es mi caso esta vez). Si ya es febrero, le puedes preguntar si salió la lista (de puestos que se asignan en esa convocatoria), si es marzo, qué puesto puso en su papeleta (el 10 y el 20 de marzo, exactamente), y si es abril, que cómo van las reuniones de la Junta (órgano que elabora a partir de todas las peticiones, la propuesta de asignación de puestos para el Ministro), y cuando llega el 20 de abril (fecha límite para que el Ministro de turno firme la resolución final para su publicación), le puedes preguntar que adonde se va finalmente…

Ese es, a grandes rasgos, el «bombo»… un sistema que despierta las envidias de diplos de otros países por la seguridad en cuanto a plazos (diplos de otros países nunca saben a ciencia cierta cuándo van a tener que hacer las maletas). Al ser el sistema con el que se decide el lugar de residencia para unos cuantos años de varias decenas de personas, y sus familias, es lógico que sea un proceso que se vive con intensidad… pero el «bombo» es mucho más, es un período de llamadas frenéticas, consultas eternas sobre condiciones de vida de cada ciudad, salario y condiciones del puesto, facilidades de conexión, estado sanitario, colegios, posibilidad de trabajo para el cónyuge, etc etc… y luego, claro está, considerando que nuestra carrera es aún pequeña y que todos nos conocemos más o menos, pues siempre hay curiosidad por saber el destino de un colega… así que al final, incluso si  no toca «bombear» (porque no toca cambiar destino aún), al final todos echamos un ojo a cómo va el proceso o a la resolución, y lo cotilleamos con compañeros amigos…

Y luego por supuesto, el diplo que bombea tiene familia y amigos que siguen con la misma intensidad el proceso, unos porque acompañan, otros por solidaridad, y otros porque simplemente quieren saber el lugar del mundo en el que van a tener un cuarto de invitados disponible durante los años siguientes… la familia y los amigos preguntan, acaban embuyéndose del sistema (aún recuerdo la ternura que me despertaron mis amigas Aurora y Luisa este agosto en Granada cuando las dos supieron perfectamente que yo puedo pedir cualquier puesto porque sólo estuve 4 años en el exterior), y opinan, obvio que opinan, así que estas son semanas de estrés, llamadas de y a todo el mundo, mucho internet, pero sobre todo, de opiniones, todo el mundo opina, que si Nueva York es demasiado grande, que si Asunción demasiado chico, que si Canberra está muy lejos, que si París está muy cerca, y así todos…

Y así pasan mis semanas de «bombo»… con el estrés más intenso, aunque eso sí, como le tuve que reconocer a Ifat el otro día, me gustaría hacerme la víctima y decir que tengo una vida incierta horrible, pero lo cierto es que esta es la vida que tengo porque esta es la vida que elegí, y la elegí porque va acorde con mi espíritu errante y aventurero… así que, si bien me entristece saber que en agosto estaré abandonando esta maravillosa ciudad de Montevideo, no saber todavía el destino final del vuelo en el que salga, de algún modo, me hace sentir viva…

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