Reflexiones (de todo un poco)

Un tren es una cosa muy seria… y pública

«Si es que no cuidan las cosas, no las mantienen, y claro, los trenes están todo estropeados…» María, la cuidacoches del gimnasio al que voy por las mañanas antes del trabajo, lo tiene claro, y no tiene dudas sobre el origen del horrible accidente de tren en Buenos Aires. La culpa es la falta de inversión en mantenimiento: María lo ha visto todo en Crónica, su cadena de TV favorita, que me recomienda vivamente, y que piensa volver a ver para seguir informándose en cuanto termine su jornada laboral en la puerta del gimnasio cuidando coches. (Nota para españoles: Crónica es un canal argentino de noticias tremebundas, sobre tragedias, catástrofes varias y crímenes espeluznantes, que los uruguayos adoran porque no hay cosa que le guste más a un uruguayo que ver en la pantalla lo «bravas» que están las cosas en Argentina)

Aunque no esté muy de acuerdo con su particular fuente, tengo que dar la razón a María: para tener líneas de tren decentes hay que cuidarlas, ni más ni menos. Y en Argentina hace ya tiempo que eso no se hace, lo comenté cuando miré con pena las líneas abandonadas del Transandino al cruzar los Andes y ahora vemos que la cosa puede tener consecuencias aún más trágicas. Lo dice bien Martín Caparrós en su blog hoy: «Hubo tiempos en que la red ferroviaria estatal argentina tenía 40.000 kilómetros y 190.000 empleados; era la más extensa de América Latina y era, de algún modo, un esqueleto: el país se había ido estructurando en pueblos que nacieron a lo largo de esas vías… Hace veinte años, en plena furia privatista del consenso de Washington, un presidente peronista decidió que su déficit de un millón de dólares diarios era demasiado y había que cerrarla casi toda –y malvender lo poco que quedara. En 2005 recorrí buena parte del interior de la Argentina; a los costados de cada carretera, en medio de la nada, las vías herrumbradas, alzadas, retorcidas eran como una instalación de arte conceptual, una obra que se llamaba la Argentina Ya No…»

Pero esto que pasó en Argentina, tengámoslo en cuenta, puede pasar en cualquier otro sitio: hemos tenido varios accidentes ferroviarios en Europa, y qué casualidad, suelen suceder en países que privatizaron sus líneas, dejándolas en manos de privados que obviamente sólo buscan el beneficio económico. En Inglaterra por ejemplo, ir en tren es prohibitivo, pero yo he alucinado al ver el estado de los vagones, para esto he pagado yo la fortuna que he pagado… no está mal que nos apliquemos el cuento, sobre todo ahora que en época de crisis nos pueden dar los frenesis privatizadores… no voy a defender la gestión pública pura y dura para todo, pero hay cuestiones que deben de ser muy vigiladas por el Estado.

Como los trenes. O si no, pasa lo que pasa…

Arte en construcción

Ayer fui a ver «La piel que habito» (increíble, una película española que tan solo llega unas semanas después de su estreno a Uruguay)… la película es impecable, magníficamente rodada, bien contada, fotografía increíble, buenas actuaciones, se ve bien la evolución de Almodóvar, trata temas recurrentes de él, la transexualidad, amores tormentosos con secuestro y violencia de por medio, el amor filial, la maternidad, la infidelidad… y sin embargo, terminó y quedé en silencio, Almodóvar se defendió ante la prensa (que lo está destrozando por esta película) diciendo que la gente queda en silencio al final de la película por el «shock»… pero yo no estaba shockeada… estaba indiferente… indiferencia, esa fue mi reacción, y pasé toda la noche pensando en porqué, pues de verdad que la película por otro lado es impecable… hoy leí una nueva crítica, de nuevo mala, y ésta decía que el problema de «La piel que habito» es que está hecha sin corazón…

Zeus me libre de ponerme a escribir sobre algo tan trillado como la necesidad de poner el corazón en el arte si se quiere que el resultado llegue a su vez al corazón de los que lo contemplen… pero me hizo pensar en que en estas últimas semanas tuve la oportunidad de ver una especie de «arte en construcción»…  fue la oportunidad que me dio Javier Rebollo de ver su última película «El muerto y ser feliz», aún sin terminar, sin efectos de sonido y alguna escena sin grabar (el propio Javier iba completando en voz alta los trozos que faltaban mientras un grupito la veíamos en la Sala Dos de Cinemateca). Es una «road movie» argentina, con momentos geniales que captan, de nuevo con trazos rápidos, la geografía interna del país, es una película recomendable para quienes quieran conocer la Argentina más allá del tópico, qué gracia que la hiciera un español… y José Sacristán está que se sale, y su contraparte uruguaya, Roxana Blanco, a la que he conocido estos días, no desmerece en ningún momento. Y antes vi otra película «en construcción», una peli en la que participó Paula y que nos enseñó a Javier, Alejandra y a mí en mi casa (tras devorarnos una fondue de queso que me salió bastante bien, por cierto). Se llama «Ojos de madera», aún le falta la banda sonora, los efectos sonoros, el montaje está sin terminar, creo que es la vez que más consciente he sido de la importancia del lado técnico en el cine… y sin embargo, me cautivó, quedé enganchada por conocer el final (el CD se estropeó justo cuando faltaba un rato)…

Y ahora recordé, pensé en Javier haciendo él mismo sobre la marcha los sonidos que faltaban en «El muerto y ser feliz», en esos planos de Florencia Zabaleta lindísima en «Ojos de madera», y pensé que lo que había visto en la pantalla, por encima de todo, era corazones latiendo a ritmo desmesurado… justo lo que no vi en una película acabada, impecable y con todos los detalles técnicos calculados al milímetro.  Una Dorothy debería guiar a Almodóvar por el camino de baldosas amarillas hasta allá donde viva el Mago de Oz en la Mancha para que recupere su corazón…

Judias pintas e historias contadas

Vale, el sábado me salté la dieta Dukan a lo grande: tortilla de patatas, atún y pimientos, y judías pintas con morcilla y chorizo… ¡¡¡de España!!! Se me caían los lagrimones de la felicidad.

Fue una cena en la casa preciosa de Alejandra, una de las dos coordinadoras de Cinemateca uruguaya (ambas se merecen ya un lugar en la historia montevideana por el corazón y el esfuerzo que están poniendo en sacar a ese tesoro que es la Cinemateca adelante).  Alejandra tenía de invitado a Javier Rebollo, que viene de rodar una película con José Sacristán en Argentina, y que esa noche ofició de cocinero con productos españoles traídos a hurtadillas en la maleta (los españoles somos los únicos ciudadanos del mundo capaces de desafiar cualquier control fronterizo con tal de llevar consigo un chorizo ibérico y una morcilla). Yo había visto la película de Javier, «La mujer sin piano», en la que me encantó ver patente que Carmen Machi es mucho más que Aída, y que tiene unas escenas fantásticas de la Estación Sur de Autobuses de Madrid, que creo que cualquier ser humano que haya padecido la experiencia de pasar por ahí apreciará sin duda. El sábado Javier me dejó «Lo que sé de Lola», que vi ayer y me gustó aún más, los personajes quedan muy bien definidos en pocos trazos, y entiendes y te metes en los ambientes al segundo.

En la cena también estaba Inés Bortagaray, una de las guionistas de «La vida útil» (película uruguaya que, de forma imperdonable, aún no vi), y los cuatro, alentados por las cuatro botellas de vino que nos pimplamos felices, tuvimos una velada muy divertida. Yo tenía ganas de conocer a Javier, aunque sólo fuera para darle las gracias, porque me consta que anima a otros cineastas españoles a venirse a Uruguay a mostrar sus películas, Jonás Trueba y Oliver Laxe me lo dijeron durante el último Festival de Cinemateca, lo que es sin duda una alianza inapreciable para una pobre funcionaria que ve con frustración cómo las películas españolas, incluso las de Almodóvar o Amenábar, pueden tardar hasta un año en llegar, cuando llegan, pero que eso sí, se venden «truchas» antes como rosquillas, lo que demuestra que hay un público que quiere ver cine español, al que no se le está dando respuesta de forma adecuada…

Javier nos grabó con una camarita tamaño móvil en algunos momentos durante la cena, sobre todo a Inés y a mí, cuando recordábamos alguna anécdota o cuento, nos contó que últimamente está rumiando junto con Jonás Trueba, que a veces lo bonito de una historia no es tanto la historia en sí, sino la persona que la cuenta, como cuando te cuentan un chiste y te mueres de la risa, y luego cuando tú quieres repetirlo, maldita la gracia o el interés que tiene, y no ya sólo por lo divertida que pueda ser o no la persona, sino porque la historia queda así tintada de su propio punto de vista, de su enfoque, su reacción, todo… y eso es lo que hace irrepetible a la historia… Me pareció una teoría muy cierta, yo cuando relato anécdotas de gente que conozco, también me parece muchas veces que está faltando la parte más importante, que es la persona en particular contándola en directo… quizá por eso Javier insistió en tomar personalmente las fotos de sus judías, tras verme a mí fotografiar a la tortilla…

Inicio de la cuenta atrás…

 Hoy inicio una triste cuenta atrás… la de mi marcha de Montevideo… hasta ahora, podía pensar, bueno, en un año seguiré aquí, no sé bien cómo, pero aquí estaré… pero hoy, 1 de septiembre, sé sin lugar a dudas que no estaré en Montevideo, estaré en otra ciudad, otro país, que aún desconozco… no me quejo porque no puedo, esta es la vida que elegí cuando me hice diplomática y esta es la vida errante que tengo… pero no por ello deja de ser triste.

Pero como soy una optimista irreparable, no pienso sucumbir a la depresión, ni siquiera en esta decadente ciudad, así que inicio esta cuenta atrás de forma literaria, en un cuaderno de bitácora que, por primera y exclusiva vez 🙂 no sólo podrán leer mis amigos, sino el Mundo Mundial, ese Mundo Mundial del que yo debiera ser Presidenta (pues todo sería mejor y más perfecto, obvio)…

Con una red plagada de blogs, tengo claro que me leerán mi familia y amigos, y poco más, pero yo al menos canalizaré mi tristeza por esta cuenta atrás, que es lo importante y lo que busco en realidad.

5 of 5
12345