Vida expatriada

Antígona oriental

Ayer fui al estreno de «Antígona oriental«, una obra a partir de Sófocles con testimonios de presas políticas, hijas y exiliadas de la dictadura uruguaya, que actuaban en la obra haciendo de coro. El texto es el punto de partida para hacer una crítica feroz, no ya a los responsables de la dictadura, sino a su enjuiciamiento por los crímenes cometidos, a toda la cuestión de la Ley de Caducidad, y a la política seguida en todo el tema por el Frente Amplio desde que llegó al poder. Había una gran expectación, varia gente me había comentado del estreno, pero yo sobre todo sabía por Paula.

Porque hace alrededor de un año, en los paseos por la rambla al atardecer que Paula y yo solemos hacer juntas, ella empezó a hablarme de un proyecto en el que estaba empezando a trabajar, una versión «oriental» de Antígona, reescrita y adaptada para incluir aspectos de la dictadura uruguaya. Paula pasó de un cierto escepticismo inicial a sentirse cada vez más involucrada, me iba contando lo duro que estaba siendo escuchar los testimonios de las antiguas presas, a partir de los cuales estaban escribiendo los textos del coro, lo complicado que le estaba resultando conocer esta faceta tan conocida y tan desconocida al mismo tiempo de su propia historia. Yo por mi parte, conforme me iba dando detalles, estaba sorprendidísima que el proyecto viniera avalado y subvencionado por el Instituto Goethe, pues el director estaba a cargo de un alemán, Volker Losch, especializado en este tipo de reescritura de clásicos, con una interacción de actores profesionales y personas anónimas con testimonios poco conocidos.

Había muchísimo público, la sala principal del Solís a rebosar, y creo el espectáculo estuvo a la altura de muchas de las expectativas. Desde el punto de vista teatral, todo era muy simple, la historia clásica de Antígona, desafiando a Creonte para enterrar a su hermano. Es una historia que tiene muchas lecturas, yo me quedé bastante con la idea de que el enfrentamiento Antígona-Creonte, es el enfrentamiento entre el poder estatal y el poder familiar, el Estado frente al clan/familia, siendo Antígona, por ser mujer y por tanto apegada a las tradiciones y costumbres, la representante del poder más reaccionario en definitiva. Aquí la lectura era completamente distinta: Antígona representaba la opresión sufrida doblemente por mujeres anónimas ante el poder autoritario (masculino). El coro, integrado por antiguas presas políticas, empezaba desde el principio relantando testimonios espeluznantes, todas a una contando historias individuales de tortura, prisión, abusos, injusticia, violaciones, huída, exilio y muerte. El punto de partida no podía ser más claro («¡cuando se inicia la dictadura, el movimiento tupamaro estaba derrotado!)… y más discutible (justamente fui con Violeta, una colega de la Embajada, española pero nacida en Uruguay, y que recordaba perfectamente los avisos de bomba y los desalojos de edificios en los meses previos a junio de 1973)… pero los relatos eran impecables, las mujeres hablaban al unísono, contaban cómo fueron violadas, golpeadas, humilladas, a veces había chispazos de rebeldía, de cómo no llegaron a delatar a compañeros, de cómo conseguían pequeños triunfos con sus carceleros… a mí, de todo lo que contaron, lo que más me conmovió fue cómo una madre exigió a los militares que iban a detener a su hija que la dejaran tomar el desayuno antes, y cómo le calentó la leche mientras ella se vestía en su cuarto, pensé que mi madre en una situación así también se esforzaría por regalarme un ejemplo similar de coraje sereno como amuleto de despedida… y luego la que contó, ya en solitario, cómo había extrañado bañarse en el mar mientras estaba en prisión, pero que, ya libre, le era imposible meterse en el Río de la Plata, recordando que los cuerpos de sus compañeros estaban allí sepultados…

La obra tenía momentos durísimos, como cuando el coro denunciaba a torturadores, con nombres, apellidos, lugar de trabajo (¡algunos siguen siendo funcionarios en activo!), y de residencia, o como cuando las tres increparon al Presidente por no haber resuelto aún la cuestión de la Ley de Caducidad («Señor Presidente, ¿cuándo dejó de ser de los nuestros…?»)… en un momento determinado los tres hombres bestiales que dan vida a Creonte piden perdón al público por los crímenes cometidos (el Gobierno uruguayo ya ha anunciado que este marzo pedirá perdón formalmente a Macarena Gelman en nombre del Estado uruguayo), y el coro finaliza su canto (vestidas ahora ya todas de rojo, genial el trabajo de Paula) exigiendo a la izquierda que no de la espalda a la Historia, «¡que se sepa!»

Violeta y yo nos fuimos con Jenny y una amiga suya también actriz, MªElena, al cóctel que daba el Goethe, allí encontramos a Paula, que estaba preciosa aunque agotada porque el proyecto ha sido extenuante y no es el único en el que está ahora. Yo por mi parte seguía con sentimientos encontrados ante el hecho de que todo fuera avalado por el Instituto Goethe… porque una Embajada no puede posicionarse ante un elemento de la política interior del país en el que se encuentra, sencillamente, porque está prohibido. Cierto que el programa indica que el «Instituto no asumía responsabilidad por las opiniones vertidas en la obra» pues no había participado en la elaboración de los textos, pero el aval es claro, es un posicionamiento del instituto cultural de un país sobre la historia de otro. También en el programa, el director alemán justificaba su participación, asegurando que son temas que traspasan fronteras, y que justamente él, como alemán, podía decirlo mejor que nadie: «si hay algo que los alemanes aprendimos de nuestro pasado homicida es que la elaboración del pasado es algo necesario y no se puede hacer de una manera general y magnánima…» Justamente pensando en los nazis, yo lo que más admiro de los judíos es su determinación para que no se olvide la Historia, y el empeño que pusieron en juzgar a aquellos que persiguieron y asesinaron a su gente…

No obstante, quizá soy demasiado diplomática en este punto de mi vida, pero yo nunca hubiera avalado un proyecto así, no hubiera permitido que pudiera acusarse a la Embajada de España de meterse en la Historia uruguaya actual… en realidad, fue lo que se le dijo a Garzón cuando detuvo a Pinochet en Londres, que se ocupara de su propia historia y no de la de los demás… y justamente fue lo que hizo al final, y bueno…

¿Qué pasaporte hay que tener para enjuiciar el secuestro de una adolescente embarazada, su posterior asesinato y la entrega del bebé a unos desconocidos…?

O sencillamente, ¿quién tiene legitimidad para exigir que no se olvide la historia? ¿…y para ayudar a recordarla…?

Mi destino de Acuario (o «hello, I’m from Tacuarembó»)

Sólo por lo que he trabajado esta semana, me podrían dar el sueldo de dos meses y la extraordinaria, impresionante, tres eventos internacionales de primer nivel, tres, en la misma semana, y en los tres, España tenía interés y por tanto nuestro Ministerio nos había dado instrucciones para no perdernos ni una sola sesión, y con nuestro Ministro Consejero de licencia matrimonial, y con eventos culturales varios, gestiones de la UE, y con cócteles después de cada sesión… Con dolor he aprendido porqué los diplos experimentados dicen siempre que sólo van a un cóctel si no les queda otra, obvio, las ganas de irte una noche a tomarte un refresco (pues uno no debe beber cuando está de servicio) y un canapé inmundo con la misma ropa y los tacones de todo el día, a ver a la misma gente del trabajo que ves todos los días, y seguir trabajando pues te tienes que dedicar a sonsacar detalles, información nueva, o, peor aún, sonreírte con el mismo pelma que has tenido que aguantar durante toda una sesión, cuando uno preferiría estar en un bar en vaqueros tomando cerveza con amigos, o en casa en pantuflas sobre el sofá viendo el último capítulo de Glee (o de The Walking Dead, o de Downton Abbey, o de Barrio Sésamo, lo que sea)… pero bueno, esta es la vida que elegí, y esta es la vida que tengo, así que no me quejo, en absoluto.

Sobre todo, porque es gracias a mi trabajo que tengo la oportunidad de conocer a gente interesante, como esta semana en que conocí a Martín Sastre. Martín es un artista uruguayo multifacético, que ha hecho carrera en España, con lo que representa bien el camino de vuelta España-Uruguay-España que hemos tratado de reflejar también en este año de Bicentenario. Martin dirigió una película hispano-uruguaya que me encanta, «Miss Tacuarembó», basada en el libro de Dani Umpi. Como le dije al propio Umpi el día que lo conocí, y ahora le he dicho a Martín, no sé si la peli era una tomadura de pelo o una obra maestra, pero sencillamente me encantó. Me encantó ver ese Tacuarembó del que yo siempre digo que soy cuando se me acerca un tío en un bar con una cerveza en la mano, me encantó ver a esos niños bailando al ritmo de la música de “Parchís” (“los chicos de Parchís no pueden estar equivocados, ¿no ves todos los discos que venden?»), me encantó ver a Natalia Oreiro bajo el “hongo” de la plaza de Tacuarembó suspirando, “¡tenemos que salir de Tacuarembó!”, y su amigo Carlos replicando, “linda, si en enero vamos a Montevideo…” (y Natalia displicente, “Montevideo es como Tacuarembó pero más grande…”)… Recuerdo que le dije a Dani Umpi que la peli me había parecido muy española, y él me comentó que de hecho había tenido una primera oferta de adaptar su libro a la realidad española totalmente y titularla “Miss Alicante”. Martín me lo confirmó ahora, y que de hecho se barajó alguna que otra actriz española, como Natalie Verbeke, pero que finalmente se decidió hacerla en Tacuarembó y con la Oreiro. Yo me alegro, sobre todo porque haciéndola “uruguaya”, y que haya salido tan “española”, me demuestra una vez más esto que yo ya repito ad nauseam, de que 200 años no son nada, etc etc

Martín llegó a mi oficina en un día de locos en el que yo había conseguido, de manera milagrosa, reservarme un rato para comer como es debido, así que le propuse irnos a comer juntos, al Tinkal, que es un boliche sobre la rambla, super racial (con dueños gallegos, obviamente), y que de hecho está cerca de la sede de la ALADI, en donde tenía que pasar la tarde en otra sesión. Ir de mi oficina a la ALADI, parando en el Tinkal, es algo así como pasar por el cuarto de baño yendo para la cocina, pero como yo me pierdo muchas veces haciendo ese recorrido en mi casa, pues no es de extrañar que no encontrara el Tinkal y me perdiera con Martín por el Barrio Sur… yo apuradísima, porque cuando me pongo nerviosa porque no encuentro el camino, normalmente mis habilidades conduciendo ya se desploman al nivel de las Fosas Marianas, así que me iba saltando “pares” y “ceda el paso”, atropellando ciclistas y viejitos con mate, mientras trataba de mantener una conversación civilizada con alguien al que acababa de conocer, literalmente… menos mal que Martín demostró ser un tío encantador, y consiguió relajarme con una pregunta sorprendente: “¿eres Acuario, verdad?… y sí, era obvio, los acuarianos nos perdemos siempre…”

Martín y yo hablamos de todo, me contó de su próximo proyecto cinematográfico, de inspiración Buñueliana (o Buñuelesca, o como se diga), y de su idea de hacer una itinerancia por América Latina con su primer periodo artístico con videos, en una expo que tendría a Rafael Doctor de comisario, y que quieren que empiece en Montevideo, en el Espacio de Arte Contemporáneo. Me encanta el proyecto, me pongo muy contenta en medio de mi día de locos, en medio de mi semana en la que me estoy ganando el sueldo de dos meses y la extraordinaria, pero en realidad, la razón primera de mi alegría es que acabo de descubrir que esto de perderme hasta para llegar a mi casa, esta nula capacidad mía de orientación que padezco, esta cruz que llevo a cuestas resignada (a ratos, la mayoría de las veces me desespero y juro en arameo), esto, en realidad, no es un defecto único, sino que lo comparto con otros Hermanos en Desorientada Desolación, los Acuarianos del mundo, que sufrimos el mismo destino… y como soy una tonta a la que le consuela saber que su mal es de muchos, pues me pongo tan contenta…

Andanzas donjuanescas

Vale, he tenido muchos momentos felices en este país… y sin duda uno de los mejores fue aquella mañana de 3 de noviembre que abro la puerta de mi cocina para recoger el periódico (“La Diaria” entre semana, “El Observador “  los findes, y todos los demás, incluyendo los resúmenes de la radio “El Espectador”,  en la oficina, soy de las personas que más sabe de prensa en este país), y me encontré con esta portada…

Oficio de difuntos

En el Cementerio Central revive la tradición española de representar la obra de Don Juan Tenorio, De José Zorrilla, por el Día de los Muertos.

En España y en México es común encontrar la obra Don Juan Tenorio en cartelera por esta época de Día de los Muertos. Y también toparse con su representación en un cementerio: la obra, escrita por José Zorrilla en 1844, retoma la mítica historia de Don Juan en clave ibérica de arrepentimiento y reconciliación con el más allá.

Ahora la Embajada de España y el teatro El Galpón se propusieron dar a conocer esa tradición en nuestro país con la puesta en escena de Don Juan Tenorio en el Cementerio Central. La versión, dirigida por Graciela Escuder con codirección de Dardo Delgado y Maruja Fernández y actuación de Soledad Frugone, Pablo Robles, Walter Rey y Pablo Pípolo, empezó a representarse anoche y continuará hasta el viernes, siempre a las 21.00 y con entrada gratuita, debiendo retirarse las invitaciones en El Galpón, de 15.00 a 21.00.

La cooperación cultural española anuncia que la iniciativa está en sintonía con sus objetivos de recuperación de espacios públicos para la ciudadanía. El Cementerio Central, por su parte, se halla inscripto en el circuito del necroturismo desde febrero del año pasado, pudiendo realizarse visitas guiadas nocturnas.

Y fue como un rayo paralizante… ¡¡¡yo había impulsado y montado esa representación de Don Juan en el cementerio!! Vale, no me pongo medallas ajenas, la idea original fue de Ricardo Ramón cuando dirigía el Centro Cultural en Lima, la jefa dio la matraca con el tema hasta que no me quedó otra que ponerme a ello, pero quien lo intentó sucesivamente con la EMAD (la Escuela de Teatro municipal), la Comedia Nacional (tres meses que se pasó su Director para decirme después que no lo hacían), para finalmente recabar en El Galpón y en Graciela Escuder, fui yo. Y yo fui quien la convenció, y la que la escuchó boquiabierta el día que me llamó para decirme que las entradas para las 5 funciones se habían agotado en 15 minutos… y luego fue todo una locura de entrevistas en radio, periódicos, televisión(aún recuerdo mis amigos llamando como locos, che, te estoy viendo en «Esta boca es mía»…), incluso polémicas en la radio, discusiones sobre si estaba bien hacer teatro en un cementerio, yo no me podía creer haber logrado algo así, aún recuerdo a Jenny en la entrada del cementerio suspirando contenta, qué bueno, gente haciendo cola para ver teatro… creo que es la vez que más satisfecha me he sentido de mi trabajo cultural.

Este año volvimos a repetirlo, tendría gracia que acabara asentándose como tradición, en Lima aún lo siguen repitiendo… volver dentro de unos años a Montevideo y encontrarme con que se repite la función… eso sí que sería otro rayo paralizante…

¿Cuántos años tiene España?

¿Cuántos años celebran? Esa fue la pregunta que hizo la periodista de sociales mientras nos hacían las fotos a la jefa y a mí en la recepción oficial por el 12 de octubre (nota para españoles: en Uruguay todos los periódicos tienen una sección de «sociales», en las que sacan fotos de la gente, no siempre conocida, que acude a eventos sociales, culturales, políticos, etc etc). No era ninguna pregunta tonta: las naciones latinoamericanas tienen una edad, un año de nacimiento, y por tanto cada Día Nacional «cumplen» años… también algunas naciones europeas: este 17 de marzo, Italia festejó que su República cumplía 150 años… pero nosotros no somos una República, seguimos siendo un reino, pero con bastantes vaivenes, así que se nos complica un poco la cuenta…

Porque podríamos decir que cumplimos 36 años, desde 1975, con la democracia, eso estaría divertido, España y yo tendríamos la misma edad, pero también sería ridículo, sería afirmar que los combatientes de la Guerra Civil, de las guerras carlistas no eran españoles, o que tampoco lo eran los «gallegos» que emigraron a América Latina… digamos entonces que desde 1811, cuando nos levantamos en armas contra la invasión francesa… pero entonces sería decir que los ingleses les quitaron Gibraltar en 1713 a un país que no existía, y que Felipe II y Carlos V no reinaron sobre España… bueno, pues 1492, tenemos 519 años, pues «nacimos» cuando Castilla y Aragón se unificaron vía matrimonial, acabó la Reconquista, y Colón descubrió América… ¿pero entonces dónde se nos queda el Cid, y el pilar sobre el que se apareció la Virgen que detuvo a Santiago cuando iba a cruzar los Pirineos, y más atrás, acaso los romanos no invadieron «Hispania», Pelayo no merece ser considerado español…?

«Existimos desde tiempos inmemoriales» la jefa despacha la pregunta en un plisplas y me urge a seguir atendiendo a los invitados y dejarme de mandangas (nota para todo el mundo: una recepción por el 12 de octubre, es agotadora, es trabajo puro y duro para un diplomático, no es una fiesta, que conste!!!). ¿Desde siempre? ¿Tan viejitos somos? ¿Siempre fuímos españoles ruidosos y protestones? Ya me estoy figurando a los tíos que pintaban en Altamira, cagoentó, la madre que me parió, me volví a quedar sin polvo rojo, ahora a ver cómo coj… termino yo el toro este… y a la gente de Atapuerca a la hora del café, yo con leche, yo solo, el mío sin azúcar y con leche templada, yo corto de café, a mí una gotita nada más, yo en vaso, a mí en taza, a mí ponme un poleo…

Uno a veces desearía tener sólo 200 años…

Cruzado de la Orden de Isabel la Católica… a pesar de una Genia de Grandes Ideas

Vale, hace años, cuando era una tierna e ingénua alumna de la Escuela Diplomática, el Jefe de Protocolo del Ministerio (llamado el «Introductor de Embajadores») nos dio un par de clases memorables, y en un momento determinado nos dijo que, en todo evento protocolario de envergadura, más tarde o más temprano aparecería un iluminado/genio de la lámpara/inventor de la pólvora/etc: básicamente, un tipo/a que, en el momento en que el evento está más o menos encarrilado, decide que Zeus lo ha puesto ahí para desfacer el entuerto, porque por supuesto sólo él puede ver que todo está mal, y sólo se podrá arreglar si se le hace caso y se siguen sus indicaciones… en esos momentos, nos instruyó el Introductor de Embajadores, vuestro objetivo es evitar que alguien con poder de decisión lo escuche y se convenza, porque entonces todos tendréis que bailar al son de ese subnormal, y todo saldrá fatal, y por supuesto la culpa será vuestra, porque estos tíos nunca asumen la responsabilidad del resultado de sus geniales ocurrencias… mi consejo es que lo «neutralicéis», hacedlo como veais, pero hacedlo, porque esos tíos son bombas de relojería…

Casi un año más tarde me encontré en mi primera experiencia protocolaria, la Cumbre Iberoamericana de Salamanca en 2005, en la que hacía de oficial de enlace con la delegación peruana, y en un momento determinado en que de pronto un traslado en apariencia sencillo del Presidente Toledo empezó a torcerse, yo empecé a ponerme nerviosa de verdad, y me puse a hablar con nuestro jefe de seguridad, Miguel, un policia como la copa de un pino, y él me señaló a un tío que de pronto se había colado en el séquito, nadie sabía muy bien cómo… la culpa de todo es de él, me dijo Miguel, está mareando la perdiz todo el rato sobre el recorrido que habría que hacer para que el Presidente pueda ver mejor la ciudad, y yo lo miré y en ese momento nos interceptaron la gente de protocolo y seguridad peruanos, que eran super profesionales y estupendos, y, señalando al mismo tío, nos dijeron sin rodeos: «Ahí está ese Genio de las Grandes Ideas, ¿no podrían ayudarnos pegándole un tiro? no hace falta matarlo, sólo quitarlo de en medio un rato…» Nos reímos a carcajadas, y en ese momento aprendí que el Protocolo es una ley internacional no escrita que no conoce diferencias culturales ni fronteras…

Y sin embargo, ayer fallé a la hora de neutralizar a mi propia «Genia de las Grandes Ideas», como en Salamanca, no hubiera sido necesario matarla, tan sólo empujarla y encerrarla en el cuarto de baño, pero se me escapó en el momento en que convenció a mi jefa de que cambiáramos todo, la distribución y el orden de todo, cuando la cosa ya estaba perfectamente bien… y así me fue, que casi me da un infarto del disgusto, convenientemente disimulado, mientras me dejaba la salud para arreglar el desaguisado después (del que como bien nos enseñó el Introductor, la Genia no se responsabilizó en ningún momento, y reaccionó dolida y estupefacta a mi mirada asesina… y un pelín acojonada, todo hay que decirlo)… Menos mal que el acto en cuestión transcurrió con normalidad al final, que la jefa se adaptó a las circunstancias con profesionalidad como siempre, que los protagonistas eran gente estupenda y tranquila, y sobre todo que el homenajeado, el ahora Cruzado de la Orden de Isabel la Católica por disposición de SM el Rey Don Juan Carlos,  era un señor sencillamente encantador, un verdadero caballero… y fue justamente porque me dio verguenza molestar a ese pedazo de caballero, que al final no me animé a hacer lo que otros hicieron sin rubor, hacerse fotos a su lado con toda tranquilidad, yo no tuve valor para agobiarlo, así que de este momento de flashes y focos de cámaras de todos los medios periodísticos habidos y por haber, yo me quedo únicamente con el enfado de no haber sabido neutralizar a la Genia de las Grandes Ideas, y con esa mirada que me dirigió en un segundo, a mí sola, mientras hacía fotos con mi iPhone recién estrenado…

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