Trabajo de las embajadas

¿Cuántos años tiene España?

¿Cuántos años celebran? Esa fue la pregunta que hizo la periodista de sociales mientras nos hacían las fotos a la jefa y a mí en la recepción oficial por el 12 de octubre (nota para españoles: en Uruguay todos los periódicos tienen una sección de «sociales», en las que sacan fotos de la gente, no siempre conocida, que acude a eventos sociales, culturales, políticos, etc etc). No era ninguna pregunta tonta: las naciones latinoamericanas tienen una edad, un año de nacimiento, y por tanto cada Día Nacional «cumplen» años… también algunas naciones europeas: este 17 de marzo, Italia festejó que su República cumplía 150 años… pero nosotros no somos una República, seguimos siendo un reino, pero con bastantes vaivenes, así que se nos complica un poco la cuenta…

Porque podríamos decir que cumplimos 36 años, desde 1975, con la democracia, eso estaría divertido, España y yo tendríamos la misma edad, pero también sería ridículo, sería afirmar que los combatientes de la Guerra Civil, de las guerras carlistas no eran españoles, o que tampoco lo eran los «gallegos» que emigraron a América Latina… digamos entonces que desde 1811, cuando nos levantamos en armas contra la invasión francesa… pero entonces sería decir que los ingleses les quitaron Gibraltar en 1713 a un país que no existía, y que Felipe II y Carlos V no reinaron sobre España… bueno, pues 1492, tenemos 519 años, pues «nacimos» cuando Castilla y Aragón se unificaron vía matrimonial, acabó la Reconquista, y Colón descubrió América… ¿pero entonces dónde se nos queda el Cid, y el pilar sobre el que se apareció la Virgen que detuvo a Santiago cuando iba a cruzar los Pirineos, y más atrás, acaso los romanos no invadieron «Hispania», Pelayo no merece ser considerado español…?

«Existimos desde tiempos inmemoriales» la jefa despacha la pregunta en un plisplas y me urge a seguir atendiendo a los invitados y dejarme de mandangas (nota para todo el mundo: una recepción por el 12 de octubre, es agotadora, es trabajo puro y duro para un diplomático, no es una fiesta, que conste!!!). ¿Desde siempre? ¿Tan viejitos somos? ¿Siempre fuímos españoles ruidosos y protestones? Ya me estoy figurando a los tíos que pintaban en Altamira, cagoentó, la madre que me parió, me volví a quedar sin polvo rojo, ahora a ver cómo coj… termino yo el toro este… y a la gente de Atapuerca a la hora del café, yo con leche, yo solo, el mío sin azúcar y con leche templada, yo corto de café, a mí una gotita nada más, yo en vaso, a mí en taza, a mí ponme un poleo…

Uno a veces desearía tener sólo 200 años…

Cruzado de la Orden de Isabel la Católica… a pesar de una Genia de Grandes Ideas

Vale, hace años, cuando era una tierna e ingénua alumna de la Escuela Diplomática, el Jefe de Protocolo del Ministerio (llamado el «Introductor de Embajadores») nos dio un par de clases memorables, y en un momento determinado nos dijo que, en todo evento protocolario de envergadura, más tarde o más temprano aparecería un iluminado/genio de la lámpara/inventor de la pólvora/etc: básicamente, un tipo/a que, en el momento en que el evento está más o menos encarrilado, decide que Zeus lo ha puesto ahí para desfacer el entuerto, porque por supuesto sólo él puede ver que todo está mal, y sólo se podrá arreglar si se le hace caso y se siguen sus indicaciones… en esos momentos, nos instruyó el Introductor de Embajadores, vuestro objetivo es evitar que alguien con poder de decisión lo escuche y se convenza, porque entonces todos tendréis que bailar al son de ese subnormal, y todo saldrá fatal, y por supuesto la culpa será vuestra, porque estos tíos nunca asumen la responsabilidad del resultado de sus geniales ocurrencias… mi consejo es que lo «neutralicéis», hacedlo como veais, pero hacedlo, porque esos tíos son bombas de relojería…

Casi un año más tarde me encontré en mi primera experiencia protocolaria, la Cumbre Iberoamericana de Salamanca en 2005, en la que hacía de oficial de enlace con la delegación peruana, y en un momento determinado en que de pronto un traslado en apariencia sencillo del Presidente Toledo empezó a torcerse, yo empecé a ponerme nerviosa de verdad, y me puse a hablar con nuestro jefe de seguridad, Miguel, un policia como la copa de un pino, y él me señaló a un tío que de pronto se había colado en el séquito, nadie sabía muy bien cómo… la culpa de todo es de él, me dijo Miguel, está mareando la perdiz todo el rato sobre el recorrido que habría que hacer para que el Presidente pueda ver mejor la ciudad, y yo lo miré y en ese momento nos interceptaron la gente de protocolo y seguridad peruanos, que eran super profesionales y estupendos, y, señalando al mismo tío, nos dijeron sin rodeos: «Ahí está ese Genio de las Grandes Ideas, ¿no podrían ayudarnos pegándole un tiro? no hace falta matarlo, sólo quitarlo de en medio un rato…» Nos reímos a carcajadas, y en ese momento aprendí que el Protocolo es una ley internacional no escrita que no conoce diferencias culturales ni fronteras…

Y sin embargo, ayer fallé a la hora de neutralizar a mi propia «Genia de las Grandes Ideas», como en Salamanca, no hubiera sido necesario matarla, tan sólo empujarla y encerrarla en el cuarto de baño, pero se me escapó en el momento en que convenció a mi jefa de que cambiáramos todo, la distribución y el orden de todo, cuando la cosa ya estaba perfectamente bien… y así me fue, que casi me da un infarto del disgusto, convenientemente disimulado, mientras me dejaba la salud para arreglar el desaguisado después (del que como bien nos enseñó el Introductor, la Genia no se responsabilizó en ningún momento, y reaccionó dolida y estupefacta a mi mirada asesina… y un pelín acojonada, todo hay que decirlo)… Menos mal que el acto en cuestión transcurrió con normalidad al final, que la jefa se adaptó a las circunstancias con profesionalidad como siempre, que los protagonistas eran gente estupenda y tranquila, y sobre todo que el homenajeado, el ahora Cruzado de la Orden de Isabel la Católica por disposición de SM el Rey Don Juan Carlos,  era un señor sencillamente encantador, un verdadero caballero… y fue justamente porque me dio verguenza molestar a ese pedazo de caballero, que al final no me animé a hacer lo que otros hicieron sin rubor, hacerse fotos a su lado con toda tranquilidad, yo no tuve valor para agobiarlo, así que de este momento de flashes y focos de cámaras de todos los medios periodísticos habidos y por haber, yo me quedo únicamente con el enfado de no haber sabido neutralizar a la Genia de las Grandes Ideas, y con esa mirada que me dirigió en un segundo, a mí sola, mientras hacía fotos con mi iPhone recién estrenado…

La diferencia entre haber estado y ya no estar…

Tras el Mercado del Puerto, me fui para la Cinemateca, en donde terminábamos las Jornadas sobre José Saramago que hemos montado junto con la Embajada de Portugal. Se emitía «José y Pilar» un documental sobre el poeta y su mujer, Pilar del Río

La verdad es que la semana de actividades quedó muy bien, Raquel, mi colega de la Embajada de Portugal, se lo curró increíble, hicimos buen equipo y fue todo de lo más completo.

Habíamos tenido la inauguración el lunes, en el Paraninfo de la Universidad de la República.

Por cierto que nos grabaron en TCC: Raque sale a partir del minuto 3 y yo del 10.

También quedó muy bien el recital con Andrés Stagnaro en el CCE. Aquí Raquel se animó y recitó unos poemas con él.

 

Y concluímos con una mesa redonda en la Cinemateca, en la que se exhibía «José y Pilar«, un documental hispano-portugués que recopila cuatro años de vida del escritor con su mujer española en Lanzarote. La película me había gustado mucho más de lo que esperaba, lo cierto es que estaba muy bien contado, y te permitía acceder, no sólo al personaje de Saramago, sino a toda su relación con Pilar del Río (que es omnipresente en la película, Raquel había bromeado diciendo que se podía llamar «Pilar y Pilar»), a la mercadoctenia agotadora que rodea a los escritores hoy día (impresionante la escena en la Fería del Libro en Guadalajara, con Saramago y García Márquez recibidos como estrellas de rock, y los dos al final dormitando en las conferencias de puro agotamiento), y también al proceso de creación literaria.

 

Valentín Trujillo en el Observador había publicado en su día un artículo criticando a Pilar, a la que consideraba «destestable», por someter a un octogenario a las agotadoras sesiones de trabajo que se ven en la película. Me figuré que habría más gente que pensaría igual, así que me decidí a participar en la mesa redonda defendiendo a mi compatriota, no sólo por crear debate, sino porque también creo que merece ser defendida (¿quién era el obsesionado por hacerlo todo y vencer a la muerte, él o ella? ¿quién creó el personaje de Saramago, el que cosechó premios y éxitos? ¿se critica a una mujer que pasa las 24 horas girando en torno a su marido?…) o al menos no ser criticada automáticamente… de hecho Saramago ganó puntos a mis ojos por la generosidad con que reconoce el papel de Pilar en su vida, no es frecuente que un artista, o un hombre sencillamente, agradezca a su mujer los «servicios prestados»…  No sé si es que los convencí o es que ya estaban convencidos, pero el caso es que no hubo mucho debate feminista al final… en realidad la cosa estuvo muy tranquila, porque el otro posible punto de debate, la relación de Saramago con Portugal, ese periodista portugués que acusa a Pilar de haber robado al escritor de su país para llevárselo a España, apenas despertó discusión, pues como los vaivenes especulativos financieros mundiales han logrado que Raquel y yo nos atrincheremos ideológicamente a lo «Balsa de Piedra», convencidas de la necesidad de unir fuerzas en la península, pues todo terminó muy tranquilo, en una sala repleta, eso sí.

 

Y me quedé enganchada con ese impulso vital de ese viejo que lucha incansablemente contra el tiempo… «Pilar, tengo miedo de no tener tiempo de terminar el libro…» repite durante la película, y ella habla a la cámara después, metida también en el mismo frenesí, «descansar, descansar, qué mania de descansar tienen los jóvenes hoy día… ¡si ya tendrán toda la eternidad para descansar…!»… y esa hermosa definición sobre la muerte: «la diferencia entre haber estado y ya no estar…»

Y se va la Moderna de Montevideo…

Se va Laura, la becaria del Máster de Relaciones Internacionales de la Escuela Diplomática en Madrid que ha trabajado con nosotros durante un año. Laura es la autora de un blog que me gusta mucho «Modernas de Montevideo«, lo gracioso es que no supe de su existencia por ella, sino por mi amiga Nati (Jinchuk), de BlogCouture, que me comentó que mi becaria era una bloggera fashionista bastante buena… yo para entonces ya tenía serias dudas sobre qué demonios hacía Laura en un Máster de Relaciones Internacionales, cuando yo podía oir sus ronquidos internos de aburrimiento cada vez que le decretaba algún informe político o económico, y veía claramente los brincos de felicidad de su cerebelo cuando la ponía a trabajar con la versión de Don Juan en el Cementerio Central, o con la lectura maratónica del Quijote (en la que fue parte clave, por cierto)… pero bueno, las relaciones internacionales no sólo se construyen por gente que disfruta analizando políticamente la modificación del gabinete ministerial del país de destino o con la lectura de una sentencia del Tribunal Internacional de Justicia, también necesitamos activos agentes culturales, que la diplomacia cultural es parte de nuestro futuro… en fin, el caso es que me puse a leer su blog y me encantó (recomiendo particularmente la lectura de sus andanzas durante la BafWeek, muy divertidas), y bueno, celebró ayer fiesta de despedida en Mutate la tienda de Gonzalo y Santi de Cebollatí (una fiesta auspiciada por marcas de bebida, de más, la verdad, yo tengo que ver si consigo que me auspicien mi próxima fiesta de cumpleaños, que la bebida me sale por un riñón y parte del otro). Todo muy cool y moderno, la verdad.

Y bueno, después de Laura vendrá otra becaria del Máster, ya es la tercera, me siento particularmente orgullosa porque fui yo la que se curró la negociación con la Escuela para que mandaran becaria… y digo becaria, porque recuerdo que le comenté a Laura, mira qué curioso, siempre sois chicas, y ella me dijo que era porque los alumnos del Máster eligen por orden de calificación, y las chicas siempre sacan mejores notas, con lo que ellas se quedan con los mejores destinos… yo me emocioné: «Montevideo es destino codiciado por mí, ¿verdad? Porque corrió la vez de que soy una jefa genial y super pedagógica con la que se aprende mucho, ¿verdad, verdad, verdad, VERDAD QUE SÍ?» Y Laura me miró detrás de sus gafas estilosas de pasta y sonrió: «Sí, claro, es por eso sobre todo, y bueno, también porque Montevideo es una ciudad muy chula…»  Y yo la creí. Obvio.

Buena suerte, Laura, nos vemos en la blogoesfera 🙂

(la foto es de su blog, por cierto…)

Extremos japoneses

Hace unos meses, cuando ocurrió lo del tsunami en Japón, yo me acerqué a mis colegas de su Embajada, Yuko y Yasu para darles el pésame… reaccionaron con tanta calma y aparente frialdad, que para mí aquello fue una muestra más de la famosa contención que suele atribuírsele a los asiáticos y particularmente a los japoneses.

Pero esta semana estoy pensando que esto en realidad es bastante simplista (como de costumbre cuando se trata de calificativos generalistas para un país, raza o pueblo), y que los japoneses obviamente tienen muchos más matices de los que el mundo occidental quiere ver. Lo pensé el lunes, tras ir al inicio de la Semana Japonesa en la Cinemateca uruguaya. Abría el ciclo «Always» de Takashi Yamazaki, de 2005, basada en un popular «manga», y que relata la vida de diferentes familias en una calle del Tokio de 1958, que según comenta mi colega Yasu al inicio, es considerado un momento de felicidad total en el imaginario japonés. La pelicula me encantó, tiene un tono «buenrollista» encantador (nota para uruguayos: buen rollo=buena onda), una especie de «Cuéntame» o de «La familia» japonés, vemos su peripecias cotidianas, nos enternecemos con la llegada de la televisión, la primera nevera, con sus sueños de futuro en ese Tokio en construcción… eso sí, el dramatismo caía en el folletín más claro… el momento en que el escritor amargado que recoge a un huérfano, cuando éste resulta ser hijo de un millonario y se lo llevan, pero el niño prefiere quedarse con su «padre» pobre y bueno, antes que con el rico malo, y el escritor le grita que no, que se vaya con los ricos, y el niño llorando arrojándose a sus brazos… pues bien, ahí todo el público, cuerpo diplomático presente incluído, ahí TODOS soltamos un sollozo que me recordó a cuando el novio de Candy, Anthony, se moría, o a Marco buscando a su mamá… mi madre siempre dice que flipó al verme llorar frente a la tele con tres años, ¿cómo podía captar la historia a esa edad? pues quizá porque los japoneses manejan con maestría el arte de hacer llorar, y quizá lo tienen que hacer así para romper su propia contención, quién sabe…

La segunda muestra de matiz japonés, vino este viernes, con un concurso de pop japonés organizado por la Embajada, realmente genial. Los participantes debían interpretar canciones de pop japonés (con música grabada de fondo), es una iniciativa que va ya por su cuarta edición, y lo primero que llama la atención es la cantidad de jóvenes uruguayos capaces y con ganas de ponerse a interpretar canciones en japonés (algunos con acento muy logrado, según nos dicen). El acto lo abría una interpretación del personal de la Embajada, incluyendo a Yuko y a Yasu (que Raquel y yo nos perdimos porque me quedé dormida y nunca pensé que la cosa empezaría con tanta puntualidad, algo que Raquel todavía no me perdona), y luego participaron Christel y Elsa (Embajada EEUU y Delegación UE) cantando «UFO», sobre unas chicas que se enamoran de unos marcianos, y que ellas cantaron  disfrazadas con unas pelucas y unas plumas de estética años 20, muy divertido. A pesar de que la canción era muy popular (los japoneses presentes se pusieron a bailar imitando algunos de los gestos que al parecer hacían las cantantes originales), y que las chicas cantaron genial, incomprensiblemente no se llevaron ningún premio… aunque es verdad que la competencia era dura, más de 25 participantes, previa selección, en el que se escucharon canciones de todo tipo, pop, baladas, rock, rap, con cantantes disfrazados con rasos, púrpuras y telas flotantes… lo pasamos muy bien, la verdad, y ya ahí sí que me quedó claro que los japoneses, cuando quieren desmelenarse, lo hacen como nadie…

Algún día tendremos que ir a Japón…!

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