Bueno, anoche tocó nueva obra de la Comedia Nacional con Gerardo, Gastón y Ángela (nota para españoles: la Comedia Nacional es el cuerpo estable de teatro de la Intendencia de Montevideo, fundado por Margarita Xirgú): «Doña Ramona», un cuento de Jose Pedro Bellán, que en los 80 fue adaptada al teatro por Manuel Leites. Yo iba con cierto reparo previo, porque todo el mundo me había dicho que la obra era «muy uruguaya», y la experiencia me ha enseñado que cuando voy a ver una obra «muy uruguaya», me tengo que preparar para ver una obra de teatro español de primera mitad del siglo XX, de Benavente en concreto, porque parece Mihura se quedó en el océano… y en efecto, me chupé mi consabida dosis de convencionalismo social, represión y doble moral burguesa con su buen efecto provocador 1900 final… El día que los uruguayos acepten que 200 años no son nada, y que son iguales que los españoles, les irá mejor la vida, porque en el fondo esto de la españolidad lo que tiene duro es la aceptación, una vez que se asume, es bastante llevadero…
Lo malo de la obra no fue el texto en sí, sino la puesta en escena, que perfectamente podría haber sido la de una obra a principios de siglo (XX), con esa rigidez y acartonamiento con que la Comedia nos regala de vez en cuando… si hasta Jimena Pérez y Florencia Zabaleta, que son dos actrices como catedrales, se veían envaradas, sólo Alejandra Wolff se veía cómoda en su papel de hermana pícara… el programa decía que la adaptación era una metáfora de la dictadura uruguaya, yo sólo vi la consabida denuncia a la doble moral burguesa, que a estas alturas ya está pelín «démodée». Yo hubiera hecho más hincapié en otros elementos que también se adivinaban en la obra, ese punto incestuoso entre los hermanos, la batalla de poder furiosa y violenta entre mujeres reprimidas por el encierro, a lo Bernarda Alba, o el chaqueteo de los ideales por el beneficio propio (la escena final de la idealista Dolores sentándose a la mesa con las hermanas tendría que haberse sentido mucho más trágica)…
Nos vamos a cenar (a Pocitos, obviamente, Gerardo presumirá de ser «outside», pero adora las comodidades «inside»…). Gerardo me tenía que contar de los cotilleos, ahora que el Ballet del SODRE (nota para españoles: el SODRE es el equivalente de RTVE) va a estrenar nuevamente con música grabada por las protestas sindicales de la orquesta, cotilleos que, sorry lector, no voy a reproducir aquí porque no quiero comprometer a mi amigo… también me contó de la gira del Ballet por España este julio, que estuvo muy bien, aunque tuvo un debut fallido en El Escorial, en un desastre de representación, al parecer provocada por el nerviosismo de los bailarines al verse en Europa por primera vez y que casi lleva a Julio Bocca a la apoplejía… Pero no importó porque ese día que debía asistir el crítico de danza de El País, resultó que se murió el coreógrafo Roland Petit, con lo que se tuvo que ir a un cybercafé a escribir la necrológica sobre la marcha, y no vio la representación… Yo le digo a Gerardo que eso fue una intervención directa de Zeus, que es bien sabido que es español, y por eso también protege a los uruguayos…
En fin, estuvo divertida la noche, y me alegré de ir a ver una obra de la Comedia. Sé que echaré de menos las temporadas de la Comedia Nacional cuando me vaya de Montevideo, aunque últimamente me tenga sometida a sobresaltos, tan pronto me emociona («Codicia», «Sloane»), como me mata (ese «Cuento de invierno» que soporté hasta el final sólo porque Leandro salía genial, como de costumbre)… eso sí, me iré de esta ciudad sin ver una sóla obra española (de verdad) representada por su elenco, ya lo voy asumiendo… Gerardo me regaña: «Vos seguí con esa cantaleta, y cualquier día te encuentras a Florencia haciendo de Malquerida…»
Glups, pues si es verdad, mejor me callo…