Las vacaciones que la Humanidad disfruta cada 4 años

Este ha sido el Mundial de los arrieritos: alemanes contra brasileros, holandeses contra españoles, y casi contra argentinos, pero ahí llegaron los alemanes en nombre de Europa… En un mundo amnésico, donde líderes políticos cambian sus declaraciones sin que nadie haga el esfuerzo de recurrir a las hemerotecas para llamarles la atención cuanto menos, nadie olvida nada en el fútbol, cuántas veces ha salido a relucir la sanción al italiano Tassotti por aquel ya lejanísimo codazo a Luis Enrique en el debate por los mordiscos de Luis Suarez.

Nadie olvida nada en el fútbol, pero todo se olvida durante las semanas de la competencia. El Campeonato Mundial de fútbol son unas vacaciones que la Humanidad se toma cada 4 años, unas semanas en las que viajamos a Otro Mundo, que disfrutamos con la familia y los amigos. En ese Otro Mundo, los conflictos, las cotizaciones de la bolsa, las crisis financieras, los debates políticos, las desigualdades económicas, todo aquellas cosas importantes que rigen (y amargan…) nuestras vidas en Este Mundo, pasan a un discreto segundo plano y ceden el protagonismo para la más importante de las cosas menos importantes. Durante semanas, en el Otro Mundo, nadie reconoce a nadie: todos saben dónde está Costa Rica y Uruguay, los iraníes lucen tan guapos como los australianos, Colombia se da a conocer por algo más que sus guerrillas y el narcotráfico, los croatas se convierten en símbolos de la lucha contra la homofobia, los modestos éxitos de los estadounidenses son vistos con condescendencia paternalista… En este Otro Mundo, las grandes super potencias son distintas, lidera Brasil con sus cinco estrellas, y el Otro Mundo se divide entre los que se visten de amarillo y verde y festeja la alegría imbatible del líder mundial, y los que los odian porque son justamente eso, líderes, y por eso el 7-1 fue la más grande noticia de este Mundial, y tiene ya su sitio de honor en la Historia de este Otro Mundo, porque la Historia siempre reserva un sitio de honor a esos momentos en los que los grandes son derrotados… A Brasil  le sigue ya ahora una Alemania imperial que sólo unos cuantos desubicados vinculan a la historia de Este Mundo. En este Otro Mundo, Uruguay iguala a Argentina, y Francia se tiene que aguantar que España también luzca otra estrella. En este Otro Mundo hay una suerte de ONU, la FIFA, cuyas decisiones son criticadas furiosamente, pero acatadas disciplinadamente como nunca fue acatada la ONU, en este Otro Mundo rigen unas leyes que todos, hasta los más ignorantes, conocen, aunque sea vagamente: todos saben que la cosa va de marcar goles.

Este Otro Mundo es el destino de vacaciones soñado que toda la Humanidad, sin excepción, se merece. Y sólo abre cada 4 años, tampoco es tanto.

Y termino estas crónicas futboleras (para descanso de mi hermana), con la perfecta descripción que John Carlin hace de la Tribu del fútbol, que no es más que la Humanidad de vacaciones en el Otro Mundo…

Pertenezco a la tribu más grande del mundo. La más numerosa,
la más heterogénea, la de mayor alcance territorial. Somos
hombres y mujeres, blancos y negros, rubios y morenos, altos y
bajos, gordos y flacos, listos y tontos, analfabetos y doctores en
filosofía, heteros y gays; somos nacionalistas, comunistas, fascistas,
ecologistas, de derechas, de izquierdas o indecisos flotantes;
somos cristianos y judíos, musulmanes y budistas, hindúes
y ateos, y los que no tenemos ni idea de qué pensar del más allá;
poblamos todos los continentes, todos los climas, todas las posibles
geografías. De China al Chad, de Tierra del Fuego a Timbuktú,
de Reikyavik a Riad, de Vladivostok a Valencia: busca
en un bar, en un autobús, en una choza, en la playa, en un
puestito callejero donde venden churros o rollitos de primavera
o empanadas o hot dogs o blinis o tacos al pastor y, en cualquier
rincón de la Tierra donde se te ocurra mirar, nos encontrarás.
A diferencia de todas las demás tribus —o religiones o nacionalidades
o ideologías o como las quieras llamar— no tenemos
enemigos. Y no los tenemos porque no exigimos condiciones
para entrar, ni peajes para pagar. Todos somos bienvenidos, todos
reconocemos alegremente nuestra identidad y nada nos da
más placer que hablar sobre lo que nos une. Somos los dueños
del gran tema de conversación mundial, el fútbol.

 

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