España abdica

«España abdica»

84 minutos. 84 minutos tardó el locutor chileno en pergeñar la frase. Eso sí que es un record y lo demás son tonterías. Ya se le estaba agotando la inspiración, ya había conjugado Chile con gloria, eternidad, honor y grandeza, obviamente había repasado todas las glorias patrias chilenas desde Almagro y Valdivia (y pelín fuerte que un tío que se llama Fernández se atribuya glorias mapuches), reiteró que la Verdadera Roja escribía Historia con mayúsculas, y dijo cuatro veces que Chile alcanzaba la independencia (llenándome de perplejidad, yo creía que Chile ya llevaba un par de siglos independiente). Sin embargo hasta el minuto 84 no se le ocurrió lo de la abdicación. España abdica. Igual miró el twitter, los tuiteros españoles, Forges a la cabeza, llevaban ya un buen rato haciendo chistes con la coincidencia… mi locutor chileno compenso entonces su demora con mas de 10 minutos haciendo comentarios sobre nuestro Rey abdicado postrado de rodillas ante la furia de la Verdadera Roja… ay, los comentaristas deportivos, qué sería del fútbol sin ellos.

Una se hace diplomática para momentos así, para sonreír con elegancia a tu personal chileno cuando su equipo acaba de eliminarte en primera fase del Mundial. Aunque la mayoría del personal no estaba en el auditorio desde donde retransmitíamos el partido, ahí estaban únicamente un par, acompañando al técnico de sonido, el resto lo vio a salvo en la tele del comedor, en la planta de oficinas. Así que felicité a mis empleados presentes, más que por su (merecida) victoria, por haberle echado huevos de ponerse a celebrar al lado de su jefa española. Subí a la planta de oficinas y grité al resto, «¡felicitaciones, cobardes!». Silencio por respuesta. Caray, ¿tanto miedo me tienen? Vale que por la mañana había comentado que haría una hoguera con todo chileno que se me pusiera cerca si perdíamos el partido, ¡pero era broma! Yo nunca haría una hoguera en un Santiago con emergencia medioambiental. Al final apareció, casi de puntillas, mi secretaría, con sonrisa dulce: «¿me puedo ir…? es que seguro va a haber tumultos y tacos con la celebración…»

En el Facebook, mi amigo Pancho me acusaba de ser una Quintrala por aterrorizar a mis empleados (nota para españoles, la Quintrala era una terrateniente de la época colonial que martirizaba a sus pobres campesinos… también era muy guapa, pero Pancho creo que no iba por ahí), mientras que mi antigua secretaria en Montevideo afirmaba públicamente que sí, que doy miedo. Asumiendo que hoy es un Día Dracarys de los gordos, me vine para casa. Por el camino fui lógicamente acompañada por una población enfervorecida, celebrando feliz su (justa) victoria. También es mala suerte, leñe, me perdí la celebración en España de nuestras victorias en 2010 y 2012, y me pilla en Chile justo cuando nos elimina su selección… Reflexionaba sobre los caprichos del destino en un semáforo, cuando un tipo al lado se puso a agitar una bandera de Chile más grande que él (ay, qué fálicos son los hombres con las banderas, siempre quieren tener la más grande…). El tipo la agitaba y como no podía con ella, se le descontrolaba, y yo ya veía que me la metía en un ojo. Como no me apetecía quedarme tuerta en el día que España fue eliminada en primera fase del Mundial de Brasil, fui a decirle algo, pero entonces pensé que igual no era el momento, ni la situación, ni el lugar, para cortarle el rollo, con acento español, a un chileno extasiado con haber puesto al Rey de rodillas en el Día de la Abdicación. Así que cerré los ojos precavida y pacientemente mientras el semáforo se ponia en verde. Y mientras esperaba, el tipo por supuesto al final me estampó la bandera en la cara. Pero que se fastidie, porque en ese momento me estaba a punto de sorber el moquillo. Se lo llevó todo.

Y bueno, ahora que nos han eliminado (justamente), habrá que pensar por qué equipo me pongo a hinchar para el resto del campeonato…. Veamos, me da bastante rabia que se asuma que Brasil tiene que ganar este Mundial, que se lo curren al menos, así que hincharé por la Roja chilena si se acaban cruzando con la «Canarinha». Mis orientales se tienen ganado a pulso un lugar en mi corazón, y mañana encima se enfrentan a Inglaterra. Pero en fin, con esto de que mis amigos ingleses han sido super delicados y no me han hecho comentario alguno en estos tiempos de derrota hispana, y además ya sufrieron con los italianos, tampoco es que me vaya a poner en plan «vuelve la Pérfida Albión» (mi locutor chileno favorito no desmerece de sus homólogos españoles…). Mis amigos franceses sí que han hecho sangre. Cabrones. Pero no me veo poniéndome a hinchar por Suiza y Ecuador… Mis queridos portugueses son otra posibilidad, y toda mi simpatía después de la manta de palos que les dieron los teutones, contra Ghana lo tengo clarísimo con quien voy… Con cada partido, iré teniendo mis simpatías, iré oscilando, seré chaquetera, no sé…

Y es que al final, no me queda otra que confesar la Verdad, siempre la Verdad… Confieso… que de mis tiempos de Erasmus en Leiden en casa de los Verkade, guardo un profundo y honesto afecto por Holanda. Que aún sonrío recordando aquellos días tan bonitos. Y que el gol de Van Persie fue precioso. Y que ya les toca ganar un Mundial, que a la cuarta sería la vencida, que es su turno. Y recomiendo a mi locutor chileno favorito que se repase la época de las guerras de Flandes. Allí sí que hubo grandeza, gloria, honor, reyes de rodillas, Historia con mayúsculas y verdaderas gestas por la independencia. Pero es lo bueno del fútbol, que gracias a él, las naciones se enfrentan en estadios, no en campos de batalla.

Mis disculpas si mi sinceridad ofende a amigos españoles, chilenos, uruguayos, portugueses, ecuatorianos, italianos, argentinos, brasileños, ingleses y franceses. Son las ventajas de que te eliminen en primera fase, de ese «España abdica» tras haber ganado un Mundial y dos Copas de Europa seguidas. Que a continuación dices lo que te sale del moño.

Ah, y que sepan todos que cada vez que alguien hace una broma sobre la eliminación y la abdicación, se muere un cachorrito. Es trending topic.

Cómo dar un testimonio informal en el día de la abdicación

«Perdón, Embajador, es que se me hizo tarde viendo el discurso del Rey anunciando la abdicación»

Tengo una amiga que opina que esto de usar una abdicación como excusa por llegar tarde al trabajo es lo más. Y la opinión de mi amiga no es poca cosa, que conste, porque ella tiene una secretaria que le llega siempre con unas excusas alucinantes, un día que se estaba recuperando tras una manifestación pro-aborto en que habían sufrido las pedradas de unos grupos pro-vida; otro, que se había ido a rezar el rosario con su madre y su abuela; otro, que había acompañando a una amiga a un tratamiento de fertilización in vitro… Pero claro, lo de la abdicación es aún mejor, porque es una excusa que no puede soltar todo el mundo, y los que podemos, sólo la usamos una vez cada 30 años más o menos.

Pero que quede claro, es verdad que se me hizo tarde viendo el discurso del Rey anunciando la abdicación, que con la diferencia horaria, aquí lo vimos en diferido, aunque tuvimos periodistas madrugadores que ya estaban llamando desde temprano. Ahora mismo acabo de dejarme seducir por los cantos de sirena de un maldito que me ha convencido para que mañana participe en una tertulia radial a las 8 de la mañana. Para mí, que trabajo con los tiempos de la cultura, que suelen coincidir con los tiempos de ocio de la gente, fuera de horario laboral, mucha tarde, mucha noche y mucho fin de semana, levantarme a las 7 de la mañana es una tortura. Pero lo hago porque me arrancaron lágrimas de emoción tras decirme que mi relato por teléfono del artículo 57 de la Constitución les había entusiasmado y querían compartirlo en vivo con todos sus oyentes. Como dice mi Embajador, desengañémonos, la adulación siempre funciona.

Claro que llovía sobre mojado, porque ayer tuve la decepción de no ser invitada a uno de los programas de televisión nacional más vistos en Chile. Yo feliz porque ya me imaginaba que podría enviárselo a mis sobrinos. Yo les he mandado muchos videos a mis sobrinos en estos años de lejanía transoceánica, videos caseros, pero también alguno más profesional como el del de mi entrevista en la tele uruguaya de cuando hicimos el Don Juan en el cementario, y cuando eran pequeños, pensaban que su tita era una estrella famosa de la televisión latinoamericana, y no una triste diplo expatriada. Pero ahora que ya están más creciditos, están más resabiados, claro, mis videos caseros ya no dan tanto el pego, así que pensé que con una aparición estelar en la tele chilena, podría mantener la ilusión un par de años más. Pero a pesar de mi felicidad, mi natural modesto hizo que les preguntara antes a los de la tele que por qué querían entrevistarme a mí y no al Embajador o a nuestra estupenda Consejera de Prensa, y entonces me sueltan que ya los habían entrevistado, y que ahora buscaban un testimonio «más informal» sobre la abdicación y la monarquía en España. Yo soy una informal total, siempre chequeo mi agenda por la mañana para ver si no hay reuniones institucionales y puedo ir de vaqueros a la oficina, pero en ese momento me pudo el oficio – y mi papá, mi mamá y mi madrina – y les advertí que yo era ante todo «miembro de la Carrera Diplomática del Reino de España» y que el Rey en persona me había entregado el despacho que marcó mi ingreso en la Administración, así que no estaba segura de ser todo lo informal que requerían. El tipo dijo que iba a consultar y me llamaba. Y nunca más llamó, obvio.

Ay, un testimonio informal, ¿qué narices es un testimonio informal? ¿Un testimonio personal, como ciudadana, de esos que a todos nos gusta dar en cuanto nos dan la oportunidad? Y sin que nos la den incluso, lo que gusta sentar cátedra… Si se trata de eso, una podría decir que nuestro país ha cambiado, porque ya hay otra generación, la generación de los que crecimos en democracia y no juramos los Principios del Movimiento. Y una nueva generación, necesita un nuevo jefe de Estado, sin desmerecer al anterior. Y sin pensar que ese nuevo Jefe de Estado vaya a llegar como Superman a salvarnos de todo: los españoles tendremos que protagonizar nuestra propia salvación, como todos los pueblos. Y hablando del anterior, quizá no estaría mal recordar que cosas que ahora se le reprochan, antes despertaban simpatía, y que los de esta nueva generación, crecimos en ese ambiente de, o bien simpatía, o bien indiferencia, muy rara vez odio. Y bueno, con respecto a la esposa del nuevo Jefe de Estado, no puedo menos que irritarme porque la principal crítica que tarde o temprano sale al final en toda conversación, es que le pidiera a su prometido que la dejara terminar una frase.

Podría haber dado este «testimonio informal». Pero entonces tendría que haber advertido que mi testimonio informal vale tanto como el de cualquier otro ciudadano, en un país en donde no encuentras dos personas que tomen el café igual. Es lo que tiene la informalidad, que al final, informales somos todos.

Pero en fin, mañana me voy a resarcir recitando el Título II de la Constitución tan bien, que va a flipar medio Chile. Y mis sobris seguro que disfrutan también cuando les mande el audio. Aunque sean de otra nueva generación…

 

Temblando

«Vale, este terremoto sí que lo noté» publiqué hace unos días en mi muro de Facebook. A continuación llegó una cascada de comentarios de mis amigos españoles, uruguayos, etc, todos muy solidarios y aliviados, y otra sucesión de comentarios de mis amigos chilenos, todos corrigiéndome porque había calificado un 5,6 de «terremoto». Los chilenos tienen muy claro que cualquier cosa por debajo del 7 en la escala Richter es «temblor». Aunque te tiemble hasta el alma. Temblor, no terremoto. Otra cosa no, pero en rigor sísmico, nadie gana a los chilenos.

Y resulta que la semana pasada tuvimos un terremoto. O dos, en realidad: un 8,3 y un 7,6. En el norte. Es bastante vergonzante, pero lo cierto es que yo me enteré a la mañana siguiente leyendo un whatsapp preocupado de mi amiga Andrea . Yo quiero mucho a Andre, amistad de años cimentada en nuestro libro de cocina , pero en aquel momento pensé que estaba delirando, le contesté con cariño, ay Andre, estamos bien, ya actualizo el blog, no te estreses, pero entonces entraron otros tres whatsapps más de distintos amigos desde España preguntando si estábamos todos bien. Y mientras calibraba posibilidad de que hubiera un virus raro suelto por ahí, agarro el periódico y zas, me doy cuenta de que Chile ha estado sacudiéndose de lo lindo toda la noche, alarma de tsunamis incluida, y mis padres y yo durmiendo a pierna suelta… Es lo que tiene vivir en un país tan largo.

Lo cierto es que cuando una vive en el país más sísmico del mundo, los temblores acaban siendo parte de la rutina, la cosa tiembla de vez en cuando, y al día siguiente lo comentas en el café, sin mucho drama. A veces, la cosa tiembla más de la cuenta, y entonces al día siguiente, prensa, radio y TV arden con análisis científicos en los que se explica la cantidad de energía que el centro de la tierra tiene que liberar aún, en lo que parece ser un intento de tranquilizar a la población. Obviamente no lo consiguen, y así llegamos a los reportajes en los que se explica el «know how» básico en caso de sismo, que incluye el tener siempre cerca de la cama, los zapatos, el móvil cargado y un kit básico con una linterna, dinero y comida. Los zapatos, ok, el móvil imposible o el whatsapp me mantendría eternamente en vela. El kit básico… bueno, el kit básico es como el spray pimienta que tengo en el cajón de la mesilla de noche, por si alguna vez entra alevosamente en mitad de la noche el asesino violador destripador de la muerte. Pues bien, yo estoy segura de que si alguna vez eso ocurre, yo agarraré el spray y entonces, para gran cabreo mío (y descojone profundo del asesino violador destripador de la muerte), resultará que se ha secado por falta de uso. Pues el kit será también algo  así: el día que lo necesite, seguro que se le habrán gastado las pilas a la linterna, o se habrá estropeado la comida, el dinero habrá salido de circulación, o sencillamente, Rosa me lo habrá cambiado de sitio…

El caso es que estos días el norte de Chile siguió removiéndose, aquí en Santiago apenas nada fuera de las habituales sacudidas (y tuvimos varias en febrero, por cierto, es la temporada, me informaron mis rigurosos amigos chilenos), una de ellas, finalmente, un poquito más alta, que me valió mi heroico apunte en mi muro (ferozmente corregido por mis rigurosos amigos chilenos), y así llegamos al viernes de noche en Valparaíso. Yo había llevado a mis padres a una nueva exposición conceptual, que convenientemente destrozaron, y después de cenar nos fuimos para el hotel, un hotelito boutique muy mono en Cerro Alegre, todo madera y escaleras, rehabilitado según la geografìa porteña… y ahí, felizmente instalados, crujió. Quiero decir que el puto hotel boutique todo madera y escaleras rehabilitado segun la geografía porteña, crujió hasta las entrañas y a continuación nos removimos como si aquello fuera a despeñarse cerro abajo…luego remitió, pero siguió meciéndose durante casi un minuto… mi madre y yo lo pasamos agarradas de la mano, pero ahí llegó mi padre a tranquilizarnos, gritando con la boca llena de pasta de dientes desde el cuarto de baño si aquello era un terremoto o el camión de la basura… Paró el temblor, respiramos, mi padre salió del cuarto de baño, aún molesto de que no le hubiéramos aclarado la duda, y en estas se fue la luz, otro clásico de los temblores (amigos rigurosos chilenos informan), así que entonces decidi que era momento de seguir alguna de las instrucciones en caso de sismo: tomé control de la situación y conminé a mis padres a salir de la habitación e ir a un lugar más seguro. A tientas por las puñeteras escaleritas mi padre y yo seguimos a mi madre, y nos fuimos chocando con todos los empleados del hotel, certificando que éramos los únicos huéspedes que habíamos optado por salir, lo que mi padre me hizo notar con enfado. Volvió la luz, retornamos a la habitación, y ahí nos dimos cuenta que no habíamos seguido a mi madre, sino que sencillamente la habíamos dejado atrás. Mi madre se había quedado sentadita en la cama, y nos preguntó tan pancha que a qué cuento venía salir a subir escaleras si se había ido la luz. Mi padre me miró mas enfadado aún pero mi madre no lo dejó despacharse, porque mientras nos había esperado sentada, había elucubrado quien tenia toda la culpa de los terremotos: los cabrones de los yanquis, que no paran de taladrar la tierra para sacar gas a mas profundidad y así no comprárselo a Bolivia, y claro, la tierra se rebela furiosa desde sus entrañas…

El movil rugía con whatsapps. El whatsapp funciona tras los temblores, y con ellos, y con las aplicaciones de medidores sísmicos que todos los habitantes de Chile tenemos descargadas en los teléfonos, descubrimos que había sido un 5,6 con epicentro cercano a Valparaíso. Informé a mis padres, que me contestaron que apagara la luz, que ya era hora de dormir. A oscuras, les dije que tuvieran los zapatos a mano, por si había que salir corriendo. Mi padre me contestó adormilado, en la inconsciencia de haber confundido un 5,6 con el camión de la basura, que tenía sueño y que pasaba de todo. Yo ya me resignaba a buscar los zapatos de todos a oscuras, así que tuiteé mi frustración buscando algo de solidaridad, pero al día siguiente, me encontré con que la respuesta del autor de mis días era considerada reaccion digna de Clint Eastwood, y casi trending topic.

Y bueno, aquí seguiremos, temblando. Ninguna prisa por experimentar un verdadero terremoto… Y esto se lo dedico a mis padres adorados, que siempre han sabido mantenerme en mi sitio, aunque tiemble todo alrededor…

Vigilia en una silla bajo las estrellas

Este fin de semana tuve la oportunidad de hacer algo distinto: pasar la noche en un observatorio astronómico. En La Silla, concretamente. La Silla es el observatorio emblemático del ESO (European Southern Observatory, Observatorio Europeo Austral), ahí se inició en los años 60 la explotación científica de los cielos de Chile (que como ya he comentado alguna vez, son unos cielos magníficos para la observación del firmamento). Tiene telescopios emblemáticos, que han protagonizado alguno de los descubrimientos astronómicos más importantes de los últimas décadas, aunque ahora se han quedado algo opacados por la fama de ALMA, el nuevo telescopio de ESO en Chile.

La Silla está en el desierto de Atacama, literalmente en mitad de la nada. El coche nos llevó por una carretera serpenteante durante casi una hora en la más absoluta soledad. Es parte de la gracia: si no hay poblaciones alrededor, no hay contaminación lumínica que afecte a los telescopios.

Los telescopios (normalmente en edificios circulares con cupulas de techo) son los reyes del lugar, en mimarlos se afanan todos los trabajadores y técnicos, que no permiten que se abran las cúpulas en las (raras) noches de humedad y que custodian la oscuridad de las instalaciones con la misma furia que la Nicole Kidman de «Los otros»: todas las habitaciones tienen gruesos cortinajes que hay que cerrar si se enciende la luz, los coches sólo pueden circular con las luces de estacionamiento, y todos teníamos unas linternitas para poder moverte sin encender luz alguna. Los que más velan por el mimo a los telescopios son los astrónomos, claro está, que vienen de universidades y centros de investigación de todo el mundo, en los tiempos asignados por una comisión a la que se le presentans los proyectos, y decide en qué momento del año puede venir cada uno. No es casual la asignación del tiempo: si por mala suerte en esos días te tocan noches nubladas (que puede ser), te fastidias y tienes que volver a pedir cupo de noches para el año siguiente. Los astrónomos no se llaman «astrónomos» en La Silla, se llaman «observadores».

Es lo único poético que tienen, porque ahí empezaron mis decepciones: la Astronomía es la ciencia más hermosa, ¿hay algo más romántico y bello que mirar las estrellas?, pero en la práctica no puede ser más prosaica, hay que aceptarlo: una se imagina noches de observación sobre una lente admirando rayos C brillar en la oscuridad más allá de Orión, pero resulta que el Observador ni siquiera observa con el ojo pegado a una lente bajo el telescopio, de hecho es que ni siquiera observa desde el edificio del telescopio, hay un edificio aparte en el que observan en pantallas de ordenador… y en algún caso el Observador ni siquiera está en La Silla, me contaron que uno de los telescopios se controla por internet desde la República Checa.

Si ya de por sí la Astronomía es prosaica, la gente de ESO no se esfuerza precisamente en enmendarlo. ESO tiene a los trabajadores más pragmáticos de la Tierra, y probablemente del Universo. Empezando por las siglas de su nombre, que en español son un horror, y siguiendo por los nombres que le dan a los telescopios: ¿que tienen un telescopio nuevo muy grande (la medida del diámetro de su espejo: 3,6m)? Pues lo llaman «Telescopio Muy Grande» (Very Large Telescope). ¿Qué hacen un telescopio con tecnología nueva? Pues lo llaman «Telescopio de Nueva Tecnología» (NTT, New Technology Telescope) ¿Que planean hacerlo más grande aún? Pues lo llaman «Telescopio Extremadamente Grande» (Extremely Large Telescope, un proyecto en el que ESO trabaja actualmente). ¿Y si construyeran uno más grande aún? Pues parece que conoceremos entonces al «Telescopio Desmesuradamente Grande» (Overwhelmingly Large Telescope)… Yo si me preguntaran sugeriría «Telescopio tan Grande que lo Flipas» (OMG Telescope), pero no creo que me hicieran mucho caso.

El arte ha tenido siempre una atracción por la ciencia, quizá más en su faceta necesariamente contemplativa y reflexiva, pero en los últimos tiempos, son muchos los artistas que se han inspirado en la ciencia más actual, en la tecnología y en todos los procesos de investigación, sin excluir las partes «más áridas». La Astronomía está entre las favoritas, claro está. Bueno, está claro para todos, menos para los astrónomos, que da la impresión que alucinan con el interés de los artistas en sus observaciones sobre una pantalla de ordenador… aún recuerdo la cara asombrada de un ingeniero aeronáutico muy reconocido, cuando supo que ESO también recibe, y valora, algunas peticiones de residencia para proyectos artísticos. Mi impresión es que ESO ha iniciado está (tímida) colaboración con artistas más por su firme compromiso con la ciudadanía que los costea con sus impuestos, pero no porque se lo crea mucho. Me da a mí que a los trabajadores de ESO les irrita en el fondo el componente romántico que tiene su ciencia: me los puedo imaginar conteniéndose para no decir, señores artistas, que se están equivocando con nosotros, de verdad, mejor salgan con los biólogos, que estudian flores tan preciosas, o analicen a los meteorólogos, que ponen nombre de mujer a todas las tormentas, pero déjennos tranquilitos a nosotros, que no tenemos remedio… no se engañen con lo de ALMA, que no fue un nombre especial para un telescopio que iba a encontrar el «alma del Universo», en realidad nos salió de casualidad, es el acrónimo de Atacama Large Millimeter/ submillimeter Array…

Pero su empeño es en vano: la Astronomía es romántica a pesar de sí misma. Nuestro guía en La Silla, el Observador Fernando, se pasó un buen rato comentando sobre los nombres de los telescopios y la dinámica actual de observación, y de pronto, casi de pasada, nos enseñó unas fotos que había sacado él en su día, y nos quedamos alucinados con aquellas imágenes maravillosas de nebulosas de polvo de estrellas… y escuchando su explicación sobre cómo nacen los astros, con afirmaciones como «esto está cerca, tan sólo a unos 4000 años luz» o comentando que en definitiva la materia de hombres y mujeres tiene su origen en el polvo de estrellas, la magia volvió de forma natural. Cuando llegamos al Centro de Observación, que no es más que una sala con pantallas de ordenador, Fernando nos comentó que las noches allí pueden ser muy intensas, y nos lo creímos, a pesar de lo adusto de la Declaración de Objetivos Corporativos, en la línea de los «Telescopios Muy Grandes», que gobernaba la sala: Supervisar el rendimiento a corto plazo y largo plazo de todos los modos de instrumentos de canalización apoyado, para asegurar que ESO entrega datos astronómicos de calidad reconocida y controlada

Anochece en La Silla, empieza a verse la luna y las cúpulas de los telescopios de nombre prosaico se abren majestuosos, en poco tiempo empezará una nueva vigilia de observación. Fernando conversa con Claudio, un pianista que está planteando hacer un concierto al aire libre bajo las estrellas en pleno observatorio, dentro de la campaña del Gobierno de Chile por promocionar sus cielos y su imagen exterior. Analizan si la noche del concierto debe haber luna. Los astrónomos aprecian poco la luna, porque su luz impide que se vean bien las estrellas. Fernando, medio en broma medio en serio, comenta que no descartan la invención de un dispositivo que apague la luna… Está claro: no tienen remedio… Yo inicio una intensa defensa de la luna, que es despachada con resignación por mis acompañantes masculinos: y es que, según me dicen, pues lo han comprobado, esto de que te guste la luna, es muy de mujeres…

Me levanto de madrugada, a la hora en que la luna ya está por esconderse y se ven mejor las estrellas. Paseo por las instalaciones tiritando en plena oscuridad, cruzándome de vez en cuando con sombras de personas que apenas puedo identificar porque nos iluminamos con las linternitas. La Silla está en plena actividad, la cafetería está abierta (sellada con los pesados cortinajes para que no moleste la luz eléctrica), y hay movimiento en el Centro de Observación. Luego por el día nos dirán que no hagamos ruido por los pasillos, porque los Observadores duermen. Me dan ganas de ir al Centro de Observación. Paradójicamente no he mirado por ningún telescopio, porque éstos están para los Observadores, no para los turistas como yo. Por eso me encantaría ir al Centro para observar. Observar las estrellas, claro, pero también para observar a los Observadores, a esta gente que mira sin cesar al cielo y odian toda luz que no sea la de las estrellas. A esta gente empeñada en conocer el origen de todos los orígenes. Los filósofos relativistas seguro que coquetearon con las Astronomía. Es imposible no relativizar con una ciencia para la que 5000 años no es mucho tiempo. Y pensar que Sherezade pasó en vela contando cuentos para salvar su vida «sólo» mil y una noches…

Y fue entonces que decidí obsequiar a La Silla con mi propia Declaración de Objetivos, pero no para sustituir a la que tiene, ESO no necesita que vengamos a hacer poesías con su trabajo. La Declaración de Objetivos era para mí, y para el resto de profanos como yo.

«Guardar vigilias, anhelar la oscuridad sin luna. Observar desde una silla lo que sucede más allá de Orión. Arrancar secretos a las estrellas. Mostrar a hombres y mujeres de la Tierra, nuestro verdadero lugar en el Universo»

Se la mandé a Fernando, dice que le gusta. Pero cualquiera sabe.

 

Mi pulsera de lapislázuli

Llevo unos días mirando mi pulsera de lapislázuli. Es simple, sencilla, muy bonita. Los chilenos siempre asumen que la he comprado aquí, porque se precian de que Chile es el único productor de lapislázuli. Pero se equivocan. Hay lapislazuli en otro lugar remoto del planeta. Como llegué a tener una joya de lapislazuli proveniente de ese recóndito país, es una historia que se remonta a mis años de Madrid, cuando estaba en el departamento de recursos humanos del Ministerio, cuando mi vida laboral transcurría en un despacho, sin luz natural y algo decadente, de nuestra sede ministerial en un edificio patrimonial histórico, y consistía muchas veces en horas de teléfono y cientos de correos electrónicos con todas nuestras representaciones en el exterior…

(1)
Yo: Hola Javier, al fin te localizo, nunca contestas al teléfono.
Javier: Bueno, querida, disculpa, estoy en la capital de…, las conexiones no son muy buenas, no son las de Madrid.
Yo: ya lo sé, Javier, soy consciente, y de eso quería hablarte justamente, que hemos recibido queja de Oficialía, que se les han quejado los GEOs, que dicen que pasas de ellos y que sales de paseo por allí como si estuvieras en el Rastro de Madrid
Javier: qué gracia que mi seguridad les preocupe a los GEOs y a Oficialía, te hago ver que esa preocupación es intermitente, y se activa a ratos, concretamente, cuando el Embajador se va de vacaciones y yo quedo de Encargado de Negocios. Cuando soy una simple Segunda Jefatura les toca un pie que me vaya solito a pasear…
Yo: tampoco es así, Javier,  son los protocolos de seguridad establecidos, el titular máximo de la representación está particularmente amenazado y de ahí la necesidad de la escolta personal
Javier: ¿te estás escuchando? Mi cuello es el mismo que cuando soy Segunda Jefatura, no se hace de oro cuando me quedo de Enai, es ridículo que solo le preocupe entonces a los GEOs
Yo: tu cuello les preocupa siempre, y particularmente cuando ven que te has largado a pasear por ahí sin consultarles, al mercado que te fuiste el otro día, que me han contado…
Javier: caray, para eso sí que sirven nuestros servicios de información, para contarte que estuve haciendo mandados, salí a hacer la compra, qué pasa, tenía la nevera vacía, me gusta comer, incluso aquí en…, incluso cuando no estoy de Encargado de Negocios, cuando soy una simple Segunda Jefatura…
Yo: mira Javier, que te den, ¿vale?

(2)
Yo: Hola Javier, yo de nuevo, tengo a tu operador de cifra atrincherado en la puerta de mi despacho
Javier: Ex-operador, lo habéis cesado, ¿no te acuerdas?
Yo: ¡claro que me acuerdo! lo hemos cesado porque no parabais de quejaros
Javier: y no parábamos de quejarnos porque era un inútil, menudo mastuerzo que nos habíais enviado…
Yo: Javier, el tema es que nadie le ha dicho que está cesado, así que vino a buscar su billete de vuelta a… tras su licencia, y se encuentra con la noticia, ¿no se lo podíais haber dicho?
Javier: es que el cese llegó cuando él estaba ya fuera, qué se suponía que teníamos que hacer, ¿llamarlo de vuelta para decirle que no volviera más?
Yo: y le tenemos que comunicar el cese nosotros, ¿no? Esto lo hace el jefe superior, oséase, tú
Javier: pero seguro que tú lo haces mejor que yo, se te dan mejor estas cosas…
Yo: mira Javier, que te den, ¿vale?

(3)
Yo: Javier, yo nuevamente, me da la impresión que pasas de mi…
Javier: no sé qué te hace pensar eso, acabas de sacarme de una reunión de alto nivel con los americanos, nos estaban contando su nuevo plan de seguridad…
Yo: no me lo cuentes por teléfono… ¡y te saqué porque llevo ya un día entero dejándote mensajes!
Javier: no los había escuchado… y tranquila, si alguien nos escucha, son los yanquis, no te iba a contar nada que no supieran ya…
Yo: Javier, aún no nos has dicho qué puesto para el año que viene te interesa, en compensación a tu trabajo en…, sabes que tienes cierta preferencia al elegir.
Javier: Ah, sí, pues mira, no me senté a pensarlo todavía, he estado trabajando mucho estos días
Yo: tu compa de embajada ya lo hizo
Javier: mi compa no ha hecho otra cosa desde que puso el pie aquí, lleva meses decidiéndolo, yo he preferido hacer mi trabajo, disculpa
Yo: sin ironías, que yo también intento hacer el mío, pero si tú no eliges ya, no podemos avanzar…
Javier: bueno, te prometo que ya lo miro… ¿pero me dejas volver a la reunión? Es que me parece mal dejarlos plantados para irme a elegir puesto por haber trabajado aquí…
Yo: haz lo que quieras… y que te den, ¿vale?

Tiempo después, un día en que como siempre estaba sentada al teléfono en mi despacho, sin luz natural y algo decadente, de sede ministerial en edificio patrimonial histórico, entró Javier de improviso. Con barba. Cubierto de polvo. Daba la impresión de que venía directo de las montañas de…. Le hice señas para que esperara a que  terminase de hablar, pero él negó con la cabeza, me dejó un paquete encima de la mesa y se fue. Cuando pude abrirlo, allí que estaba la pulsera de plata y lapislázuli, muy simple y preciosa, con una notita:

Querida…: paseaba el otro día por el mercado en…, y me acordé que sigo sin mandarte mis preferencias de puesto, que creo se te siguen quejando los GEOs, y que tienes a un antiguo empleado nuestro haciendo huelga de hambre en la puerta. Espero que aún así estés bien. Vi esta pulsera y me apeteció que la tuvieras, para que te acuerdes de mí también por algo bonito. Un abrazo, Javier.


Los diálogos de esta historia no son reales, fueron reconstruidos libremente de recuerdos pasados. Recuerdos que ahora me resulta complicado revivir con nitidez por la pena, mientras miro mi pulsera de lapislázuli. La pena de pensar que nunca más tendré a Javier al otro lado del teléfono o entrando por sorpresa en mi despacho. Porque creo que aquella mañana en mi despacho se ha convertido ya en la última vez que lo vi. Y ahora que nos ha dejado para siempre, este es mi modesto recordatorio de Javier, un diplo como la copa de un pino y una gran persona.

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