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Trabajadores

Un día iba para la Sala Adela Reta del SODRE en la Ciudad Vieja (1), a ver una representación del Ballet, y cuando fui a dejar el coche, el cuidadocoches me habló sonriendo: «usted es cliente de mi señora».

Antes de seguir, debo de aclarar a todos aquellos que no conozcan Montevideo, que cuando digo «cuidador», no me refiero a un funcionario de la intendencia o a un empleado del parking del teatro, no, hablo de un tipo de la calle que se gana unas monedas vigilando que otros tipos (similares a él) no te rompan el vidrio del coche, lo que en Andalucía llamamos «gorrillas», vamos. La Intendencia de Montevideo tiene un registro, algunos exhiben una tarjeta en un chaleco reflectante, en algún sitio leí que tenían un sindicato, algo que conociendo a Uruguay no me sorprende en absoluto, pero bueno otros no, los ves mal vestidos, no muy limpios, apostados en su esquina día a día, y al volver le das unas monedas, «servite, jefe»… o no, como en España, hay todo un debate, hay gente que se niega a darles, alegan que es una extorsión, o una limosna encubierta, en fin, a veces algo de razón tienen…

El caso es que lo miré flipando cuando me dijo que yo era cliente de «su señora»: «¿cómo dice…?»

– Y si, cliente de mi señora, usted estaciona en Bartolomé Mitre, ¿no?

Es la calle en la esquina del Centro Cultural de España, así que tuve que reconocer que sí, y pensé que «la señora» debía ser la mujer de sonrisa mellada que alguna noche que terminé tarde en el Centro, había llegado a esperarme sentadita en la acera al lado de mi auto, sabedora de que suelo darle buenas propinas (porque yo pago bien a aquellos cuidadores que conozco, y cuando me ayudan a aparcar, o me preguntan educadamente si quiere que limpien los cristales),  y recordé que justamente la semana pasada me habían roto el vidrio en esa calle, así que aproveché para quejarme:

– Pues bien que extrañé a su señora hace unos días que me rompieron el vidrio, a ver si vigila mejor…

Me voy para el ballet, y cuando salgo, allí que están los dos, el tipo y la señora, los dos esperando a la vera de mi auto: «Menudo disgusto que tengo, me avisó mi esposo y vine al toque, no la puedo creer, ¡¿cuándo fue que le rompieron el vidrio?!»

Allí ya empecé a tener que contener la risa, pero lo mejor vino entonces, cuando le dije la fecha, y el esposo la miró con reproche, «yo ya te dije… de ese chico no te podés fiar…» La mujer se desesperaba, «ay, si ya sé…» y acabó buscando solidaridad en mí: «ay, mire, si es que los chiquilines de hoy están para la joda, no quieren trabajar…» Yo ya no sabía ni qué decir, asentía con sentimiento, si, es verdad que los jóvenes hoy son unos irresponsables, mientras me parecía entender que ese día en cuestión la señora había dejado la calle a cargo de un chico poco atento (un «chiquilín que estaba para la joda«, vamos), y de ahí que me hubieran roto el vidrio…

El tipo seguía regañando a la mujer, y ella se defendía: «pero ¿qué puedo hacer?… yo, yo es que tengo que delegar, no puedo ocuparme yo de todo»… y yo comprensiva le daba la razón, y si, obvio, ella no se puede ocupar de todo, pero el marido no daba su brazo a torcer: «mirá que te dije que a los clientes de confianza les dieras tu celular para que te pudieran llamar en caso de necesidad…», y ahí yo ya tuve que ponerme a toser para disimular las carcajadas…

Aún hoy me enternece recordar a aquella pareja desarrapada de Ciudad Vieja, ambos en una situación límite, y no obstante tan preocupados de lograrse el respeto de los demás por su trabajo, de tener su lugar en la sociedad… Y en estos días de crisis económica en el que diariamente veo en tele y periódicos a tanto canalla, tanto ladrón miserable enriquecido, tanta gentuza que no ha hecho más que robar y que ahora hace filigranas para librarse de la merecida cárcel o la simple destitución de su cargo, o a la que sencillamente hay que «rescatar» financieramente con el dinero de nuestros impuestos… veo a políticos acusar a los funcionarios de todos los males de nuestra sociedad mientras aplauden cuando nos siguen recortando derechos que obtuvimos por justa oposición, veo a alcaldes que endeudaron las arcas públicas de las que eran responsables a extremos criminales y que siguen tan campantes, y bueno, veo todo eso y recuerdo al cuidador y a su señora, preocupados por no haber hecho bien su trabajo y pienso que si todos hubieran desempeñado su labor con la misma responsabilidad, quizá no estaríamos donde estamos…

(1) Nota para no olvidar: la Sala Adela Reta fue rehabilitada sobre todo con aportes de la cooperación española, que el Presidente Vázquez se olvidara de dar las gracias el día de la inauguración, no cambia el hecho de que mi país aportó dinero para que Montevideo pudiera volver a tener su sala más emblemática operativa…

Ruego remita cuarto presupuesto de mudanza…

Vale, si ya mentí (indignamente) una vez con eso de que a mí los desplazamientos periódicos me parecen emocionantes, ahora me toca mentir asegurando que esto de organizar la mudanza es pan comido, algo natural a lo que una ya está acostumbrada…

Y acostumbrada, las narices. Imposible acostumbrarse a la maquinaria burocrática de nuestro ministerio, a ese Servicio de Viajes capaz de lograr que un Larra resucitado volviera pegarse un tiro de puro terror… una siempre empieza la tramitación de la mudanza con una actitud de paciencia (oriental, tanto china como uruguaya), y para ser justos, el Servicio tiene una buena presentación, mandando toda la info e impresos necesarios a tu correo en cuanto se publica tu traslado… pero la cruda realidad es que el empezar a consumir ansiolíticos de forma compulsiva es tan sólo cuestión de tiempo…

Para empezar, hay que presentar tres presupuestos para la mudanza de tres empresas distintas. Buscar a esas empresas no es mucho problema, porque ellas ya te buscan a ti, mucho antes incluso de que sea público que te toca trasladarte… en la ingenuidad, uno pregunta a los compañeros al principio, pero al final dejas de hacerlo, porque cada empresa cuenta en su haber con similar número de defensores y de detractores, todos tienen historias de terror tipo mudanza Riad-Nairobi, en el que el contenedor inexplicablemente se queda varado en el Canal de Panamá durante 3 meses, así que al final uno elige las empresas así como se elige el número de la loteria de Navidad, rogando ínternamente no ser el protagonista de la historia de la semana de la cafetería del Ministerio (¿habéis oído lo del tío ese que tenía su contenedor en el barco que se hundió en el Golfo de Guinea…?). Bien, una vez preseleccionadas las tres empresas estrellas, éstas se plantan en tu casa, chusmean todas tus pertenencias, hasta el último par de zapatos, y de modo cuasi mágico, dictaminan los metros cúbicos. En mi caso, parece que son 38 m… esa soy yo, esa es mi casa flotante, mi valija diplomática… 38 metros cúbicos.

Mientras las empresas cubican, a una le toca hacer el inventario valorado de enseres… afortunadamente, soy más ordenada de lo que siempre creo, y guardaba el inventario que hice en 2008 cuando me destinaron en Montevideo… con una tierna sonrisa, miro la lista de mis muebles comprados en Ikea con Álvaro, mi jefe de entonces, y amigo para siempre, recuerdo las votaciones de Cris, Marta y Sole a la hora del café en la Plaza Mayor (media hora, estipulada por convenio, no se alteren) sobre si debía comprarme el sofá amarillo o naranja, y también los apuros que pasé para valorar el mantón de manila de mi abuela, o cómo sencillamente renuncié a poner precio al sombrerito de terciopelo que me regalaron mis hermanos el día de antes de marcharme a trabajar a Inglaterra… ahora tengo nuevos recuerdos que consignar, esas sillas compradas con Aurora en la feria de Tristán Narvajas, los cojines de piel de vaca de la Patria Gaucha, y de nuevo renuncio a valorar cosas como ese par de zapatos que compré con Jerome en aquella zapateria de Ipanema que parecía la cueva de Aladino…

Las empresas te dan sus presupuestos, todas tratan de sonsacarte sobre los presupuestos de las demás, y una se resiste a sus zalamerías como a los cantos de sirena, y finalmente, con una mezcla de nervios, impaciencia, y alivio, presentas toda la documentación al Servicio de Viajes. La respuesta llega de inmediato: ruego remita cuarto presupuesto de empresa de transportes…

Y es así como el Servicio de Viajes saca a relucir su veteranía y su árbol genealógico que lo enroca con lo más tradicional de la Administración española, esa de los Austrias, de cuando el funcionario del pueblo perdido del Virreinato de Nueva Granada, que desde la cuenca del Amazonas pedía dinero para comprar un juego de café (media hora, ya entonces estipulada por convenio, no se alteren) y se le exigía desde el Escorial que mandara tres presupuestos… y es que si entonces la Administración de Felipe II asumía que el funcionario del Virreinato de Nueva Granada era un jeta (no por tomar café sino por seguro pedir dinero de más para la compra y quedarse con la diferencia), ahora el Servicio de Viajes asume que tus tres presupuestos de tres empresas en realidad son de una sola, que te ha dado los tres amañados, y sobrevalorados. Y sí, es verdad que son muchos los que aceptan que una sola empresa confeccione los tres presupuestos para así quitarse de líos, aún a sabiendas que entonces eso permite que la empresa suba los costos; pero habría que ver si son mayoría con respecto a las desgraciadas como yo, que durante días han soportado a trabajadores de tres empresas de transporte distintas fisgonear en los cajones de mi ropa interior…

Pero da igual, me piden un cuarto, y ya me avisan compañeros que pudiera ser que se me exigiera un quinto… una es tan convencida de lo público que lo tolera con mansedumbre, todo por ahorrarle dinero a la Administración, que es de todos. Así que no es por eso que empecé con los ansiolíticos hoy: es porque el Servicio decidió avisar a la cuarta empresa de mudanzas antes que a mí, así que hoy me desperté con la llamada a mi movil personal, de una tipa desde la oficina en Nueva York de una internacional de transportes, que con desparpajo me pidió mi dirección para ir a «inspeccionar» mi casa…

En fin, paciencia y Lexatin, que esto no ha hecho más que empezar…

Bombeando…

Santiago, Pretoria, Canberra, Bangkok, Estocolmo… destinos A,B o C… puesto consular, administrativo o cultural (o los tres)… me llega o no me llega… meterse o no meterse en el bombo… forzoso en puesto, forzoso al exterior, forzoso al MAEC… representantes en la Junta… informes de puesto… Querido lector, si alguna vez te encuentras a alguien que maneja ese vocabulario, no tengas dudas, estás con un diplomático español… que probablemente estará «bombeando»…

¿Qué es «bombear»? Pues el «bombo» es el apodo popular con el que los diplos españoles denominan a la convocatoria general de asignación de puestos en el exterior para los funcionarios de la carrera diplomática, o sencillamente, el concurso con el que los diplos son destinados a un puesto u otro. El sistema está regido por un reglamento que establece las reglas bastante bien, con fechas y plazos cerrados: así que si alguna vez, querido lector, te encuentras con un diplo español en diciembre, le puedes preguntar si va a pedir prórroga (y así quedarse más tiempo en el puesto), si es enero, si se va a meter en el bombo (es decir, si va a concursar ese año para cambiar de puesto, aunque a veces se concursa obligatoriamente si se ha terminado el plazo máximo de permanencia en puesto, como es mi caso esta vez). Si ya es febrero, le puedes preguntar si salió la lista (de puestos que se asignan en esa convocatoria), si es marzo, qué puesto puso en su papeleta (el 10 y el 20 de marzo, exactamente), y si es abril, que cómo van las reuniones de la Junta (órgano que elabora a partir de todas las peticiones, la propuesta de asignación de puestos para el Ministro), y cuando llega el 20 de abril (fecha límite para que el Ministro de turno firme la resolución final para su publicación), le puedes preguntar que adonde se va finalmente…

Ese es, a grandes rasgos, el «bombo»… un sistema que despierta las envidias de diplos de otros países por la seguridad en cuanto a plazos (diplos de otros países nunca saben a ciencia cierta cuándo van a tener que hacer las maletas). Al ser el sistema con el que se decide el lugar de residencia para unos cuantos años de varias decenas de personas, y sus familias, es lógico que sea un proceso que se vive con intensidad… pero el «bombo» es mucho más, es un período de llamadas frenéticas, consultas eternas sobre condiciones de vida de cada ciudad, salario y condiciones del puesto, facilidades de conexión, estado sanitario, colegios, posibilidad de trabajo para el cónyuge, etc etc… y luego, claro está, considerando que nuestra carrera es aún pequeña y que todos nos conocemos más o menos, pues siempre hay curiosidad por saber el destino de un colega… así que al final, incluso si  no toca «bombear» (porque no toca cambiar destino aún), al final todos echamos un ojo a cómo va el proceso o a la resolución, y lo cotilleamos con compañeros amigos…

Y luego por supuesto, el diplo que bombea tiene familia y amigos que siguen con la misma intensidad el proceso, unos porque acompañan, otros por solidaridad, y otros porque simplemente quieren saber el lugar del mundo en el que van a tener un cuarto de invitados disponible durante los años siguientes… la familia y los amigos preguntan, acaban embuyéndose del sistema (aún recuerdo la ternura que me despertaron mis amigas Aurora y Luisa este agosto en Granada cuando las dos supieron perfectamente que yo puedo pedir cualquier puesto porque sólo estuve 4 años en el exterior), y opinan, obvio que opinan, así que estas son semanas de estrés, llamadas de y a todo el mundo, mucho internet, pero sobre todo, de opiniones, todo el mundo opina, que si Nueva York es demasiado grande, que si Asunción demasiado chico, que si Canberra está muy lejos, que si París está muy cerca, y así todos…

Y así pasan mis semanas de «bombo»… con el estrés más intenso, aunque eso sí, como le tuve que reconocer a Ifat el otro día, me gustaría hacerme la víctima y decir que tengo una vida incierta horrible, pero lo cierto es que esta es la vida que tengo porque esta es la vida que elegí, y la elegí porque va acorde con mi espíritu errante y aventurero… así que, si bien me entristece saber que en agosto estaré abandonando esta maravillosa ciudad de Montevideo, no saber todavía el destino final del vuelo en el que salga, de algún modo, me hace sentir viva…

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