La obsesión (freudiana) por los logos

 

“Mira, los logos son como los falos, cuando más grandes mejor” Mi interlocutor se atraganta, tose repetidamente, bebe agua y finalmente se me queda mirando aterrorizado… tiene razón mi madrina, soy demasiado bruta para este continente.

Pero en mi defensa diré que el tipo me provocó. Se necesita tener narices para organizar un evento cultural, en parte con nuestro apoyo financiero, plantarse en mi despacho con la sana idea de pedir más dinero, y mostrarme como soporte un folleto en el que estaban todos los logos de todos los colaboradores, todos bien claritos, menos el nuestro… ya sólo con eso se jugaba la vida, pero es que su osadía no quedó ahí, ¡entre los logos que sí estaban claritos se veían los del Instituto Francés y el Instituto Goethe! Y yo que me tomo la batalla de Rocroi como algo personal y que por razones diplomáticas mejor no consigno lo que pienso de la Merkel, pues bueno, en ese momento valoré aplicar todo lo que he aprendido recientemente de la tortura gracias a Kathryn Bigelow… Pero estaba claro que el tipo no tenía mucho apego a la vida, porque en ese momento va, remata la faena, y me pregunta si no me importa que nuestro logo fuera más chico y en el rinconcito que los flamantes logos franco-alemanes dejaban… y ahí fue cuando le solté mi frase memorable…

A ver, que el lector no se asuste. En cualquier democracia, los funcionarios somos meros empleados al servicio de políticos elegidos… y es más fácil levantarle la novia, robarle la hija o quitarle el rosario de la madre que escamotearle el logo institucional a un político. Los logos son la marca de la casa, aquello que justifica finalmente el dinero del contribuyente que se han gastado, en proyectos difusos, que muchas veces no han comprendido del todo, pero bueno, al final el logo está ahí, y eso es lo que importan. Los funcionarios somos meras víctimas de esa obsesión de nuestros jefes, nos preocupamos de los logos, porque queremos quedar bien con los jefes, en definitiva. Así que enfrentados ante cualquier afiche, cartel, invitación, publicación, película, DVD, cualquiera que sea el soporte que contiene el proyecto apoyado o que lo publicita, lo primero que miramos es nuestro logo. Que esté bien lindo, clarito, y visible, es lo único que importa a veces. El proyecto puede ser un churro, pero si el logo está correcto, en realidad no hay mucho problema. Puede sonar ridículo, pero muchas veces es así. Y esto no sucede solo en la pública, también ocurre en la privada, lo que pasa es que en la privada, se ve normal, no es logo, es marca, mientras que en la Administración, el enfoque es distinto porque el dinero que se gasta es el de todos.

El triste consuelo es que esto pasa en todos los países, pero a decir verdad, en el caso de España, la multiplicación de órganos e instituciones de nuestras administraciones nos hace caer en el sinsentido más loco. Una vez vi una exposición en Buenos Aires con dos logos argentinos (el Ministerio de Cultura y el Gobierno de la Ciudad) y ¡10 españoles! Cuatro gubernamentales, tres autonómicos, dos de ayuntamiento y uno de una diputación. Resultaba ridículo…alguna vez, en mis primeros tiempos, desde la Embajada en Montevideo, se me ocurrió plantear la posibilidad de poner sólo un logo español, el de la Embajada, ya que de acuerdo con nuestra Constitución (la última vez que chequeé, vamos), las Embajadas de España representan al conjunto del Estado… creo recordar que mis interlocutores se limitaron a pensar que bromeaba, y obviamente al final salió la invitación con 5 o 6 logos españoles y uno uruguayo… y bueno, para entonces yo ya había caído en la deriva y me dejaba llevar, y ahora mismo, desde aquí lo confieso, llevo el tema de los logos con la furia de los conversos. Ahora mientras escribo esto pienso que tenía que haberme limitado a decirle al tipo, oye, me pones el logo exactamente igual que tienes los otros, y si no, te quito la subvención, y santas pascuas.

El tema es que los artistas y gestores culturales ya conocen este talón de Aquiles de los logos, y juegan con nosotros, así de simple. Juegan con nosotros, desde aquí lo denuncio. Nos tientan al grito de que nuestro logo saldrá precioso y lindo en un espacio que será visto por miles y miles de personas, pero le prometen lo mismo a todos, y como siempre hay un límite, al final todos nos sentimos engañados. Eso debería bastar para que hubiera un poco de paz entre los distintos auspiciantes, pero no, es que hay genios que consiguen que su logo salga mejor que el de los demás, incluso cuando la marea de logos es tan grande que ninguno se distingue, ellos lo logran, y eso se convierte en el acicate para que ninguno se rinda. Los productores culturales entonces, sabedores de esto, han inventado nuevas formas de volvernos locos. La primera, y reconozco genial, es la creación de varias categorías de apoyo. Ante un proyecto cultural, uno puede auspiciar, colaborar y apoyar. Parece lo mismo, pero no lo es. En un caso no se paga, te limitas a poner la cara, en otro, pagas, pero poco, y en el último, eres el que acoquina la mayor parte. El problema es que uno nunca llega a enterarse muy bien de cuando es cada cosa, últimamente he creído entender que si auspicias no pagas, pero esto quizá es en Chile, en Uruguay, si auspiciabas sacabas la chequera como que hay Zeus… y últimamente, encima, por si no bastaba eso con volvernos locos, los muy cabrones han creado nuevas subcategorías, “colaborador estratégico”, “colaborador en programación”,“colaborador amigo”… en una de las últimas actividades que apoyamos (꞊ con obras que son amores y no buenas razones…), los organizadores nos preguntaron si queríamos ser “amigos” o “estratégicos”… ahí reconozco que la intuición me sirvió, algo me dijo que era mejor ser estratégico que amigo, y sí, luego vi que todos las instituciones culturales que pintan algo en Santiago estaban en esa categoría.

Otras veces, nos tientan con una trampita adicional:“si aportas más dinero, tu logo saldrá más grande…” Las administraciones nacionales normalmente somos más duras, pero las regionales y locales suelen caer como polillas ante el fuego… ay, la alegría de que el logo de tu ayuntamiento salga más grande que el del ministerio… otras veces, el canto de sirena es que te dejaran poner dos, ¡dos logos por el precio de uno! Una ganga, lo mires por donde lo mires, pero ahí los auspiciantes potenciales fuimos más listos (o más tontos aún, cualquiera sabe), y salimos con instituciones que cuentan con más de un logo institucional. Es mi caso, en la actualidad, así que ahora me tengo que pelear porque salgan los dos, papá y mamá, los dos o ninguno…alguien debería poner fin a este absurdo, lo sé, pero no seré yo, porque Zeus no me ha enviado a este mundo para que lo haga.

Even though I long for a world with no logos at all…

 

3 Comments

  1. Anónimo - 6 marzo, 2013

    Y ahora tendré que esperar 2 meses más para leerte? 🙁

    Exijo mayor frecuencia en las publicaciones, no quiero cometer infidelidad bloguera (aunque es primera vez que me detengo a leer un blog, pues nunca me llamaron la atención).

    EXIJO y firmo como anónimo. Para ti, el precio de la fama.

  2. Bronte - 20 marzo, 2013

    Hola Anónimo, muchas gracias por el comentario, mi idea es hacer una entrada al mes como mínimo… lo intentaré, prometo 🙂

  3. Anónimo - 17 abril, 2013

    Yeah! Gracias.

    Primera vez que seguiré un blog. Y soy PÉSIMO para leer.

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