La Verdad sobre los chilenos

Vale, hoy es 12 de diciembre de 2012 (12/12/12), lo que amerita reflexiones profundas a lo Paulo Coelho, o que sencillamente actualice el blog, que a lo tonto llevo ya más de un mes sin escribir nada.

Ya en España, de vacaciones prenavideñas… desde la distancia, me he reencontrado con todo lo malo que conlleva ser española (en el extranjero, una se queda con el buen vino y la paella, pero en cuanto bajas del avión, te metes en el taxi, y te sumerges en la primera «tertulia griterío» de la radio, recuerdas con resignación que no es sólo jamón ibérico lo que viene con nuestro pasaporte…) y me he puesto a reflexionar sobre mis primeros meses en Chile. No sé si es la fecha mágica del calendario, haber escuchado a Wyoming en la tele (ese entra en la categoría del jamón ibérico) o las lentejas de mi madre, pero el caso es que he tenido una Revelación Total y Absoluta (de la muerte).

Ahí va mi Revelación Total y Absoluta (de la muerte): Zeus me ha enviado a la Tierra para dar a conocer la Verdad a los chilenos.

Sí, amigos lectores chilenos (y ya de paso, orientales, españoles y lo que se tercie), yo tengo el mandato divino de haceros ver la Verdad, esa que durante unas cuantas décadas os habéis negado a aceptar… A ver, sois una gente bien, en serio, atentos y agradables, buenas personas, de verdad. Pero en algún momento de vuestra historia, un cabrón (con pintas) se plantó en vuestro hermoso país y os soltó que sois los prusianos de América Latina. Y vosotros os lo creísteis. Con intensidad, sin ambajes ni reservas, como si el cabrón (con pintas) fuera el Nuevo Mesías dictando la Biblia del siglo XXI. Y aquí llega el duro momento de revelaros la Verdad.

¿Preparados?

No sois los prusianos de América Latina.

Ni siquiera de Sudamérica, ni del Cono Sur, ni del Arco del Pacífico, vamos que no sois prusianos, leñe, que no lo sois ni de lejos, ni de coña, ni siquiera un poquito, vamos, que no lo sois, y punto.

Porque si fuérais prusianos, no me habría tenido que pelear con todos y cada uno de los corredores inmobiliarios a los que contacté para alquilar un piso, ni habría acabado de los pelos con la ejecutiva de cuentas del banco en el que, oh pecado, pretendía ingresar mi dinero, ni estaría hoy hablándole como si de un amante esquivo se tratara al vendedor de coches para que me haga el (incomensurable) favor de venderme uno. Si fuerais prusianos, los del SAG de la aduana no se hubieran puesto a abrir como locos todas las cajas de libros de mi contenedor, mientras otras cajas lucían claramente con rótulos del tipo «vinos y varios», «productos de cocina», etc. Si fuerais prusianos, mi casero no le hubiera encargado la pintura del salón a un subnormal que pintó encima de todos los clavos que había dejado la loca (prusiana de verdad) con horror vacui que vivía antes allí. Si fuerais prusianos, la señora chilena que he contratado para limpiar en mi casa no tendría problemas en entender recetas de cocina o manuales de instrucciones, a pesar de no ser analfabeta. Si fuerais prusianos, las tiendas no negarían la tarjeta de crédito a los extranjeros con el argumento de que «no sabemos si va a abandonar el país sin pagar». Si fuérais prusianos, no le pondríais queso parmesano a las ostras. En definitiva, si fuerais prusianos, cuando cualquier extranjero residente en Santiago se encontrara con otro por la calle, no se pondrían en seguida a valorar la conveniencia de llevar al cabrón (con pintas) al Tribunal Penal Internacional por engañar tan vilmente a toda una nación.

Pero no os pongáis tristes. Porque ahora llego con la Segunda Verdad (esta de propina, la próxima ya os la cobro): el cabrón (con pintas) que os engañó, también os hizo creer que ser los prusianos de América Latina era la ser la madre del cordero porque los prusianos son lo más perfecto del mundo (mundial). Y no lo son. De verdad, no lo son. De hecho, pueden ser lo más lejano a la Perfección, e incluso los hay que son bastante subnormales (otros no, obviamente, un beso para mi amiga Steffi si me está leyendo!). Y cualquiera que haya vivido en Prusilandia, os podrá confirmar que su administración fue la que inspiró a Kafka, y que no hay nada más amargo que un prusiano en un día gris de lluvia.

Si fuérais prusianos, no sonreiríais nunca, ni diríais cachai, ni sí poh, no comeríais sopaipillas ni bailaríais cueca, y ya os habríais cargado Valparaíso, con el pretexto de arreglarla. Si fuérais prusianos, no sabríais disfrutar de la vida, ni se os vería caminar bajo el sol en los parques. Si fuérais prusianos, os creériais de verdad que las Malvinas son británicas, y no sólo para dar por saco a los argentinos.  Si fuérais prusianos, vuestros taxistas o vuestros policías serían igualmente honestos, pero quizá no tan amables. Si fuérais prusianos, no tendríais la sabiduría de contemplar los Andes, que con su presencia de milenios te hacen ver que en el fondo todos somos unos piltrafillas que venimos de paseo por la Tierra durante unas décadas.  Si fuérais prusianos, no habríais tenido el sentido del humor de terminar esta lectura.

En definitiva, si fuérais prusianos, yo no hubiera estado tan feliz en mis primeros 6 meses con vosotros.

Así que gracias, y felices fiestas.

3 Comments

  1. Anónimo - 13 diciembre, 2012

    Mi estimada María Eugenia genial tu blog, pero sin embargo los Chilenos somos los Ingleses de Sud-américa, es un dicho que escuche que tengo razón, y que nuestros antepasados se han encargado de transmitirnos, sin saber Inglés, sin siquiera saber donde esta Inglaterra, pero de que somos los Ingleses de Sud-américa, lo somos, por lo menos en la transmisión de esa idea de generación en generación.. …nada que ver con los Prusianos…
    No sabemos Inglés, pero pronunciamos bien el Happy Hour, Iceberg, Burger King, Mc Donalds, Hello, Hi, Good Night and Mr/Mrs/Miss… entre otros anglicanismos… cachai ahora poh´

    Fco.

  2. Anónimo - 13 diciembre, 2012

    muy bueno mariu!!! como siempre, tu lenguaje es ágil y rico, pareces sudamericana de lo bien que hablas 😉

  3. Anónimo - 13 diciembre, 2012

    Ya… Ya… Hhhhmmmm… Ya…. (digiriendo)

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