chilenos

Juancho, Darling, San David y yo

“Señora MaEugenia, hice el jugo de piña y fregué las estanterías y los platos de los armarios, como me dijo. Dígale por favor a Don David que hace falta jabón y suavizante para la ropa, pero dígale bien la marca, que él al final siempre compra uno muy malo que es el que estropea ropa” Darling lo tiene super claro: por encima de 200 años de lucha por la igualdad de sexos, en una casa quien manda es la mujer, aunque esta sea una mera invitada, y el hombre es quien pone el dinero, y así que es como el pobre (San) David se encontró el otro día al llegar a casa con que Darling, la “nana” (empleada/asistenta) que él paga, me escribe ya las notas con instrucciones a mí…

No soy la única presencia femenina que ha irrumpido en el pacífico hogar de Valdivia Norte de David, también está Noah, la “polola” (novia) de Juancho, una hermosa gos d’atura gris, cuya dueña quiere cruzarla para tener una camada de peludos pastorcitos catalanes, que es una raza bastante inusual en Chile. Juancho se enamoró de Noah al segundo de conocerla, y ahora se le nota nervioso ante la perspectiva de su primera noche de amor.

Mientras tanto, yo continúo instalándome en el Santiago bip! Ya soy persona, tengo RUT, y sigo a lo mío con mis (nunca suficientemente odiados) corredores inmobiliarios. Gracias a ellos me voy aprendiendo las calles de Santiago a base de ir a ver apartamentos (alguien me aseguró al llegar que los corredores te van a buscar y te llevan a los departamentos que van a enseñarte, pero yo estoy convencida de que eso es una leyenda urbana: la única excepción fue una corredora que fue a buscarme en coche al grito de que su mejor amiga es española, el resto, me cita en el apartamento en cuestión, y a veces ni aparecen). Gracias a ellos voy aprendiendo pequeños detalles de la sociedad chilena: por ejemplo, ninguno puede comprender que una diplo no quiera vivir en el alejado, escasamente conectado por transporte público y residencial Vitacura, con la de jardines, parques, colegios y grandes avenidas que tiene, con la de familias que viven allí… yo trato siempre de explicarles que estoy soltera sin hijos, y que por trabajo me viene mejor estar cerca del centro, pero ellos no hacen acuso de recibo, insisten en llevarme a hermosos apartamentos en urbanizaciones a las afueras, así que yo ya no sé si es que lo que no se creen, es que España deje que una soltera sin hijos deambule por el mundo defendiendo sus intereses, cualquiera sabe. “Hágame caso” me insistía uno, “será muy feliz en este hermoso departamento silencioso y tranquilo frente a un parque lindo”. “No” le respondí yo, “seré desgraciada, me deprimiré y me suicidaré y mi muerte pesará sobre su conciencia”. Ya fuera porque no tenía sentido de la ironía, o porque cargar con el peso de mi muerte le tocaba un pie, pero el caso es que el tipo aún siguió intentándolo durante media hora… Otro detalle, las cocinas: he visitado lindos apartamentos en edificios señoriales con cocinas sencillamente cochambrosas. Cuando me quejo, los corredores sonríen: “usted cocina, ¿no?” asumiendo que tienen una cordon bleu delante y no una pobre chica a la que le gusta desayunar en la cocina. A mi amiga (santa) Carmen le pasaba similar cuando buscaba piso (Carmen es santa entre otras cosas, porque me dejó un montón de vestidos para que eligiera qué llevar a la inauguración del SANFIC, probablemente la única actividad con etiqueta que me va a tocar en todo este tiempo y que justo tuvo que caer cuando mi ropa sigue en el contenedor en Montevideo), y ella que también se quejó recibió la siguiente clarificadora respuesta: “¿pero por qué le preocupa la cocina, si tendrá una nana que se ocupará de todo y usted no tendrá que entrar nunca?”

Voy conociendo nuevos barrios: Lastarria/Bellas Artes, en el centro, muy moderno y cultureta, que me dio ganas de sumarme a la moda de vivir en el centro, pero mi búsqueda de apartamento por esa zona resultó infructuosa: el único que pude ver, en un edificio años 40 precioso sobre un «Emporio la Rosa», una cafetería famosa con sucursales, no tenía calefacción, y yo seré muy moderna, independiente, soltera y sin hijos, pero también puse a Zeus por testigo que nunca más volvería a pasar frío, como bien saben mis lectores más antiguos. Otra opción fallida fue el Barrio Italia, una especie de Palermo Viejo santiaguino, aún en sus primeros balbuceos, pero con perspectivas: casas antiguas reconvertidas en coquetas galerías de tiendas de diseño, anticuarios, talleres de artesanía, cafés y restaurantes estilosos… pero la cosa aún está muy centrada en un día a la semana, la mañana de los sábados, el resto del tiempo la zona está muy cerrada, tan sólo permanecen abiertos los talleres mecánicos en un ambiente desolado, así que ni me molesté en ir a ver las dos casas que se ofertaban allí en alquiler, que como dice la bruja de Juego de Tronos, for the night is dark and full of terrors…

En fin, que poco a poco voy construyendo mi rutina en la ciudad al otro lado de los Andes, aunque por ahora es en torno a Juancho y Darling. Y a David, claro. David y yo conformamos una amistad moderna: hacemos la cena juntos (él cocina todo y yo pongo los dos platos y las servilletas), y a continuación nos sumergimos en nuestros respectivos iPads, para pasarla poniendo “me gusta” en nuestras actualizaciones y fotos de Facebook, y retuiteando nuestros mensajes. Alguien podrá decir que es un ejemplo de la alienación de las redes sociales modernas, pero eso es una chorrada, toda persona moderna actual sabe que las redes sociales virtuales se disfrutan doblemente con alguien que tienes al lado. Luego me voy a dormir y Juancho me acompaña, estos días prefiere dormir conmigo antes que con David, sospechamos que es el inminente encuentro carnal con Noah, que le hace proclive a la cercanía del sexo femenino. A Juancho no le gusta el tono new age de la aplicación despertador del iPad, así que en cuanto suena se pone a ladrar. Dormir con Juacho en un seguro. No porque la noche sea particularmente oscura y terrorífica, sino porque vamos, es que es seguro que te despiertas…

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