Hoy va de zombis

Vale, lo reconozco: me encanta The Walking Dead. Para los no entendidos, es una serie estadounidense que retrata un mundo actual que ha sido arrasado por una plaga endémica de zombis, y que sigue las peripecias de un grupo de supervivientes. No es la única serie que me gusta, soy una seriófila empedernida. Tampoco es la única ficción de zombis que me ha gustado, en realidad, me suelen gustar las películas y comics de zombis. Me reí de lo lindo con la versión zombi de «Orgullo y prejuicio». Supongo que en esa dicotomía urbana actual entre zombis y vampiros, yo me decanto por los zombis.

Se preguntarán mis lectores por esa afición. Bueno, hay varias razones. La principal, porque me gusta el modo en que suele verse a unos ciudadanos modernos y civilizados perder la urbanidad y las buenas formas en cuestión de días. Creo que se asemeja a la realidad: en Chile, tras el terremoto de 2010, fue cuestión de unas horas sin luz y agua corriente para que la gente se arrojara a las calles a saquear lo que pillaba. Y no eran los pobres, precisamente, luego salieron a relucir fotos de profesionales acomodados que usaban sus todoterreno de lujo para arrancar las verjas de los supermercados… Así somos, nos comportamos bien, como miembros aplicados de un club, pero en cuanto los cimientos de éste tiemblan ligeramente, volvemos a la vieja y cómoda ley del más fuerte, y en seguida somos capaces de hacer las peores atrocidades para asegurarnos una ración de pan… Pero ojo, también somos capaces de lo mejor: y cuántas veces he llorado en The Walking Dead ante los más bellos ejemplos de heroicidad generosa.

(Spoilers de la serie a tutiplén)

Lo primero que se le cae a la civilización contemporánea, es la igualdad de género. Por eso yo defiendo el feminismo hasta la muerte, porque soy consciente de que la igualdad es una cosa que se pierde al primer chasquear de dedos. Que se lo digan a las pobre iraquíes, sirias y afganas que en los años 70 fueron a la universidad en minifalda. Cuando rige la ley del más fuerte, lo que vale es la testosterona, y ahí es donde se nos fastidia el invento a las mujeres. En la primera temporada de The Walking Dead ya veíamos que en la división de tareas del primer campamento de supervivientes, a las mujeres les tocaba cocinar y lavar la ropa. Qué grandioso ese capítulo en el que las mujeres se quedaban solas en la granja de Hershell, y la petarda de Lori, que siempre estaba mangoneando a todas por aquello de que estaba casada con el líder (y que, significativamente, acabará muriendo al dar a luz) se pone a reprocharle a Andrea que no ayude en la limpieza y en la cocina… Pobre Andrea. Yo siempre fui fan de Andrea, era la representante de las «singles», la Carrie Bradshaw y la Peggy Olsen del apocalipsis zombi. Sufrí con sus ansias de independencia, con su desesperación ante lo poco que contaba en el grupo por no ser madre ni esposa, con sus ganas de aprender a pelear para ser autosuficiente… y con su innata capacidad de elegir al hombre equivocado. Qué hermoso símbolo fue que muriera en brazos de su fiel amiga Michonne, intentando salvar a todos.

Pero mi mujer favorita, la reina de los muertes vivientes, es Carol. Esa ama de casa tímida y maltratada por su marido, que ha acabado convertida en la versión femenina de Rambo, sin perder su maestría en la cocina. Y por supuesto, amo su estilo de pelo corto y canoso, con zapato bajo y rebequitas de lana, nada de minifaldas y de escotes: cuando te pasas la mitad del día matando zombis, el sujetador de encaje se queda en casa. Todas suspiramos por Daryl, pero hasta ahora, la única que lo ha abrazado ha sido ella. Y si no ha habido nada más, tengo claro que es porque, de momento, no ha tenido el más mínimo interés.

Así que he seguido con intensidad las peripecias de Rick y su gente durante los últimos 6 años (que se dice pronto, las series son el mejor ejemplo de lo rápido que pasa el tiempo). Ayer sufrí con ganas con el último capítulo de la temporada 6. Lloré, temblé, sufrí, tomé valerianas y no pude dormir… del enfado. Porque fue de juzgado de guardia.

(A partir de aquí, spoilers de la última temporada a tutiplén)

1. Que Carol haya abandonado a su gente, a su familia, y se haya echado al monte al grito de que no quiere seguir asesinando (porque claro, en el exterior no va a tener que asesinar nada… por eso se carga a 8 tíos cuando no lleva ni 10 kms recorridos), es para matar al guionista. Nuestra Carol no es así. Si querían darle una nueva dimensión ética a su personaje, ok, pero eso se desarrolla con más argumento. Su cara a cara con la pelirroja Paula en el fantástico episodio de mujeres que nos ha regalado esta temporada («Same boat»), iba en esa dirección, pero no fue suficiente.

2. Hemos aprendido a respetar a Rick junto con el resto del grupo. Todos lo aceptamos como líder. Todos estábamos de acuerdo en que ya era hora de que echara un polvo. Y que haya sido con Michonne, pues mejor aún. Pero está claro que la calma post-coital le ha cercenado un poco el raciocinio: a ver, si uno inicia una guerra contra otra tribu, lo mínimo es conocer un poquito a esos enemigos, saber su capacidad, sus posibilidades, medir sus fuerzas antes que tirarse a muerte contra ellos… No tiene sentido lo poco que analizó el primer ataque, ni lo poco que meditó que la primera batalla, la habían ganado con sorpresa (y alevosía: y reconozco que fue muy bueno ver a nuestros héroes matar a traición… no hay nobleza en las guerras de supervivencia). Su cara de lívido terror al caer de rodillas ante Negan era un claro reconocimiento: ¿¿cómo he podido estar tan tonto??

3. Si aún no se ha matado al guionista con el punto 1, desde luego no hay posibilidad de perdón con el modo chapucero con el que despachan a la única doctora de la comunidad. A ver, regla básica de supervivencia del apocalipsis zombi: si solo tienes un médico, no te la llevas a trotar por unos bosques en donde sabes que hay, aparte de zombis, gente muy mala…

4. Claro que es que si algo hemos aprendido últimamente de nuestros amigos del grupo de Rick, es lo mucho que les gusta echarse al campo a los muy puñeteros. ¿Que estás rodeado de malos, vivos y muertos, y por fin tienes un refugio seguro en el que protegerte? Pues nada, abandonas el refugio, te vas de paseo, y dejas tu casa protegida por un cura con buena intención, pero que hasta hace dos capítulos no lograba ni sostener un hacha… Que Daryl se fuera con su moto y su ballesta (parece que estaba deseando que se las quitaran de nuevo) fue de tontos. Que se fueran a buscarlo prácticamente los mejores guerreros del grupo, fue de idiotas. Que a continuación se separaran, fue de subnormales. Y que, finalmente, los pocos guerreros que quedaban para defender Alexandria se fueran de camping en una caravana que no puede superar los 70 por hora (¡y porque habían dejado que les mataran a su único médico!!), nos hizo preguntarnos si no sería que los zombis ya les habían comido el cerebro…

Durante los últimos espantosos 10 minutos de capítulo, lo único que me pedía el cuerpo era gritarle a la pantalla «¡¡¡eso es pasa por tontos del culo!!!!»… qué mal lo pasé. Y que nos quedemos sin saber quién es la víctima de Lucille es un recurso facilón, indigno de los que creemos que esta una serie sobre seres humanos empujados a límites insospechados, y no una mera ruleta de qué personaje se van a cargar en cada temporada…

Pero aún así, reconozco que me sigue gustando la serie, y espero con ansias la séptima temporada. Es lo que tenemos los seguidores de los zombis… nuestra pasión es eterna, aunque huela a podrido.

 

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