Cruzado de la Orden de Isabel la Católica… a pesar de una Genia de Grandes Ideas

Vale, hace años, cuando era una tierna e ingénua alumna de la Escuela Diplomática, el Jefe de Protocolo del Ministerio (llamado el «Introductor de Embajadores») nos dio un par de clases memorables, y en un momento determinado nos dijo que, en todo evento protocolario de envergadura, más tarde o más temprano aparecería un iluminado/genio de la lámpara/inventor de la pólvora/etc: básicamente, un tipo/a que, en el momento en que el evento está más o menos encarrilado, decide que Zeus lo ha puesto ahí para desfacer el entuerto, porque por supuesto sólo él puede ver que todo está mal, y sólo se podrá arreglar si se le hace caso y se siguen sus indicaciones… en esos momentos, nos instruyó el Introductor de Embajadores, vuestro objetivo es evitar que alguien con poder de decisión lo escuche y se convenza, porque entonces todos tendréis que bailar al son de ese subnormal, y todo saldrá fatal, y por supuesto la culpa será vuestra, porque estos tíos nunca asumen la responsabilidad del resultado de sus geniales ocurrencias… mi consejo es que lo «neutralicéis», hacedlo como veais, pero hacedlo, porque esos tíos son bombas de relojería…

Casi un año más tarde me encontré en mi primera experiencia protocolaria, la Cumbre Iberoamericana de Salamanca en 2005, en la que hacía de oficial de enlace con la delegación peruana, y en un momento determinado en que de pronto un traslado en apariencia sencillo del Presidente Toledo empezó a torcerse, yo empecé a ponerme nerviosa de verdad, y me puse a hablar con nuestro jefe de seguridad, Miguel, un policia como la copa de un pino, y él me señaló a un tío que de pronto se había colado en el séquito, nadie sabía muy bien cómo… la culpa de todo es de él, me dijo Miguel, está mareando la perdiz todo el rato sobre el recorrido que habría que hacer para que el Presidente pueda ver mejor la ciudad, y yo lo miré y en ese momento nos interceptaron la gente de protocolo y seguridad peruanos, que eran super profesionales y estupendos, y, señalando al mismo tío, nos dijeron sin rodeos: «Ahí está ese Genio de las Grandes Ideas, ¿no podrían ayudarnos pegándole un tiro? no hace falta matarlo, sólo quitarlo de en medio un rato…» Nos reímos a carcajadas, y en ese momento aprendí que el Protocolo es una ley internacional no escrita que no conoce diferencias culturales ni fronteras…

Y sin embargo, ayer fallé a la hora de neutralizar a mi propia «Genia de las Grandes Ideas», como en Salamanca, no hubiera sido necesario matarla, tan sólo empujarla y encerrarla en el cuarto de baño, pero se me escapó en el momento en que convenció a mi jefa de que cambiáramos todo, la distribución y el orden de todo, cuando la cosa ya estaba perfectamente bien… y así me fue, que casi me da un infarto del disgusto, convenientemente disimulado, mientras me dejaba la salud para arreglar el desaguisado después (del que como bien nos enseñó el Introductor, la Genia no se responsabilizó en ningún momento, y reaccionó dolida y estupefacta a mi mirada asesina… y un pelín acojonada, todo hay que decirlo)… Menos mal que el acto en cuestión transcurrió con normalidad al final, que la jefa se adaptó a las circunstancias con profesionalidad como siempre, que los protagonistas eran gente estupenda y tranquila, y sobre todo que el homenajeado, el ahora Cruzado de la Orden de Isabel la Católica por disposición de SM el Rey Don Juan Carlos,  era un señor sencillamente encantador, un verdadero caballero… y fue justamente porque me dio verguenza molestar a ese pedazo de caballero, que al final no me animé a hacer lo que otros hicieron sin rubor, hacerse fotos a su lado con toda tranquilidad, yo no tuve valor para agobiarlo, así que de este momento de flashes y focos de cámaras de todos los medios periodísticos habidos y por haber, yo me quedo únicamente con el enfado de no haber sabido neutralizar a la Genia de las Grandes Ideas, y con esa mirada que me dirigió en un segundo, a mí sola, mientras hacía fotos con mi iPhone recién estrenado…

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