Suspiro limeño o sueños de presente

Ayer tuve reunión de mi grupo de cocina… significativamente, vino el sector peruano del grupo, Sergio y Mili, y cocinamos ají de gallina, uno de mis platos peruanos favoritos, considerando además que yo adoro la cocina peruana… y digo significativamente porque en unas horas termina el plazo para pedir el puesto de Consejero Cultural en Lima. Lima es una ciudad apetecible, Perú, un país interesantísimo (y además en la región!!), el Embajador que en breve parece que se irá para allí es estupendo,  me encantaría hacer otro puesto con competencias culturales, y es en estas convocatorias especiales, fuera del plazo reglamentario habitual (lo que los diplos españoles llamamos «bombitos»), en donde tendría una oportunidad para que me dieran un puestazo así (como fue el caso de Montevideo, de hecho)… así que ayer Sergio y Mili me miraron con la boca abierta sobre la fuente de pollo en tiras que mezclábamos en la salsa de ají cuando les dije que había decidido no pedirlo, porque si me lo dieran tendría que incorporarme a Perú el 1 de noviembre… y aún no quiero irme de Montevideo.

«Es cortoplacista», me dijo Sergio, «si de todas formas te queda poco menos de un año aquí…» Marcela, que viene de participar en un encuentro gastronómico en Lima y volvió fascinada, asentía en silencio… Pues sí, tiene razón, sacrifico una esperanza de futuro, por una seguridad de presente… o quizá no es así… yo prefiero verlo como una manera de vivir el presente, y tener el futuro como una segunda prioridad, no perderlo de vista, claro está, pero que el presente sea lo primero. Fue algo que decidí cuando un Embajador que presidía el tribunal de mis oposiciones aquel año, y cuyo nombre no pienso publicitar aquí, se desahogó conmigo de algún enfado que tendría aquel día (o que era así de amargo siempre), y me suspendió la prueba del ensayo escrito de forma clamorosamente injusta (y lo digo con la misma tranquilidad con la que reconozco que otros años sí que había dado razones para que me suspendieran)… y entonces yo, que apenas lograba encarar la perspectiva de tener que pasar otro año encerrada estudiando, sin de nuevo tener la más mínima seguridad de que aprobaría al año siguiente, que decidí de pronto que ya estaba harta de consagrarlo todo al futuro y que ya era hora de disfrutar un poco más el presente… y así fue que volé de mi habitación de estudiante de mi casa en Granada, una ciudad maravillosa pero que sentía ya me había dado todo lo que podía darme, y me independicé en Madrid, en mi primer piso compartido en la calle Florida, en donde pasaría tanto frío… 😉 Y fui feliz, viviendo un presente distinto, una aventura nueva y vital que el cuerpo me pedía a gritos… y al final aprobé al año siguiente, así que no fue tan mala estrategia de futuro.

Y ahora no quiero perderme este poco menos de un año que me queda en Montevideo por un (previsiblemente pero nunca seguro) buen futuro en Lima… no quiero perderme estos meses trabajando en un puesto que me encanta, con una jefa estupenda y con un montón de proyectos aún sin terminar… no quiero perderme estos meses pasando el tiempo con amigos fantásticos, estos mismos que cuando les hablaba de Lima me gritaban que era un «embole de ciudad» para que no pidiera el puesto porque tampoco ellos querían que me fuera aún… y en definitiva no quiero perderme esta cuenta atrás de los meses que me quedan en esta decadente, exquisitamente depresiva, nostálgica, llena de agua y MARAVILLOSA ciudad de Montevideo… Aún no terminé mi ciclo aquí.

Eso sí, el ají de gallina estuvo espectacular… eso sí que me hizo suspirar a la limeña… me aburrí de segunda fase Dieta Dukan, paso oficialmente a la tercera, que permite una «cena de gala» a la semana…

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