Extremos japoneses

Hace unos meses, cuando ocurrió lo del tsunami en Japón, yo me acerqué a mis colegas de su Embajada, Yuko y Yasu para darles el pésame… reaccionaron con tanta calma y aparente frialdad, que para mí aquello fue una muestra más de la famosa contención que suele atribuírsele a los asiáticos y particularmente a los japoneses.

Pero esta semana estoy pensando que esto en realidad es bastante simplista (como de costumbre cuando se trata de calificativos generalistas para un país, raza o pueblo), y que los japoneses obviamente tienen muchos más matices de los que el mundo occidental quiere ver. Lo pensé el lunes, tras ir al inicio de la Semana Japonesa en la Cinemateca uruguaya. Abría el ciclo «Always» de Takashi Yamazaki, de 2005, basada en un popular «manga», y que relata la vida de diferentes familias en una calle del Tokio de 1958, que según comenta mi colega Yasu al inicio, es considerado un momento de felicidad total en el imaginario japonés. La pelicula me encantó, tiene un tono «buenrollista» encantador (nota para uruguayos: buen rollo=buena onda), una especie de «Cuéntame» o de «La familia» japonés, vemos su peripecias cotidianas, nos enternecemos con la llegada de la televisión, la primera nevera, con sus sueños de futuro en ese Tokio en construcción… eso sí, el dramatismo caía en el folletín más claro… el momento en que el escritor amargado que recoge a un huérfano, cuando éste resulta ser hijo de un millonario y se lo llevan, pero el niño prefiere quedarse con su «padre» pobre y bueno, antes que con el rico malo, y el escritor le grita que no, que se vaya con los ricos, y el niño llorando arrojándose a sus brazos… pues bien, ahí todo el público, cuerpo diplomático presente incluído, ahí TODOS soltamos un sollozo que me recordó a cuando el novio de Candy, Anthony, se moría, o a Marco buscando a su mamá… mi madre siempre dice que flipó al verme llorar frente a la tele con tres años, ¿cómo podía captar la historia a esa edad? pues quizá porque los japoneses manejan con maestría el arte de hacer llorar, y quizá lo tienen que hacer así para romper su propia contención, quién sabe…

La segunda muestra de matiz japonés, vino este viernes, con un concurso de pop japonés organizado por la Embajada, realmente genial. Los participantes debían interpretar canciones de pop japonés (con música grabada de fondo), es una iniciativa que va ya por su cuarta edición, y lo primero que llama la atención es la cantidad de jóvenes uruguayos capaces y con ganas de ponerse a interpretar canciones en japonés (algunos con acento muy logrado, según nos dicen). El acto lo abría una interpretación del personal de la Embajada, incluyendo a Yuko y a Yasu (que Raquel y yo nos perdimos porque me quedé dormida y nunca pensé que la cosa empezaría con tanta puntualidad, algo que Raquel todavía no me perdona), y luego participaron Christel y Elsa (Embajada EEUU y Delegación UE) cantando «UFO», sobre unas chicas que se enamoran de unos marcianos, y que ellas cantaron  disfrazadas con unas pelucas y unas plumas de estética años 20, muy divertido. A pesar de que la canción era muy popular (los japoneses presentes se pusieron a bailar imitando algunos de los gestos que al parecer hacían las cantantes originales), y que las chicas cantaron genial, incomprensiblemente no se llevaron ningún premio… aunque es verdad que la competencia era dura, más de 25 participantes, previa selección, en el que se escucharon canciones de todo tipo, pop, baladas, rock, rap, con cantantes disfrazados con rasos, púrpuras y telas flotantes… lo pasamos muy bien, la verdad, y ya ahí sí que me quedó claro que los japoneses, cuando quieren desmelenarse, lo hacen como nadie…

Algún día tendremos que ir a Japón…!

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