… y fueron felices y comieron perdices…

Iba yo tan rícamente hace unos días paseando por Chicago (sí, Chicago), cuando de pronto se me apareció un espíritu con la cara  de Katherine Heigl. Lo juro, era igualita. Sí, la actriz que interpretaba a esa petarda que no tenía otra cosa que hacer en la vida que ser dama de honor de 27 amigas suyas, en la eterna espera de encontrar marido. El espíritu con cara de Katherine Heigl me miró sonriendo y me dijo: «querida, paseas sola, es Chicago, hace un sol divino de otoño, luces preciosa y juvenil, pero sencilla, nada escandalosa, qué gorrito de lana tan monísimo… está claro, hoy conoces al Hombre de tu Vida… sí, es hoy, hoy toca… será un hombre espectacular, con el físico de James Mardsen, Gerald Butler o Edward Burns… Hugh Grant está algo más pasado de moda… tendréis un encuentro casual, quizá accidentado que te haga enfadarte con él al principio, pero la química será tan fuerte que no podrás resistirte… eso sí, tardarás en aceptar que es el Hombre de tu Vida, y desde luego no lo besarás en seguida… no, no porque compartas habitación de hotel con tu prima, sino porque has sufrido muchas decepciones en el amor y tienes miedo de volver a enamorarte y sufrir… es posible que él también tenga miedo de volver a enamorarse y sufrir… que no, que aunque eches a tu prima del cuarto, que no lo vas a besar en seguida… y luego te lo encontrarás de nuevo en Chile, y ahí seguirás con el miedo a enamorarte y sufrir, por lo que seguirás sin atreverte a dar el paso, pero finalmente, tras una conversación reveladora con tu Mejor Amigo Gay, te darás cuenta de que debes apostar para ser feliz y correrás tras él… vuestro primer beso será en público y todo el mundo alrededor aplaudirá. Os casaréis, seréis felices, tendréis muchos hijos y comeréis muchas perdices» Y así, el espíritu con cara de Katherine Heigl desapareció. Y yo lo supe. Con total seguridad. Mi día perfecto en Chicago tendría una falla porque desde luego no iba a conocer al Hombre de mi Vida, no me iba a casar con él ni iba a tener muchos hijos, así que nunca sería un día totalmente perfecto. Tenía que asumirlo: soy una víctima más de las comedias románticas de Hollywood.

Es alucinante que lo sea porque no soporto las comedias románticas de Hollywood y me niego en redondo a ir a ver una voluntariamente. Pero aún así, se te cuelan en tu vida: sufres insomnio en un avión y te está poniendo una, o te equivocas y te metes en la sala equivocada del cine, o vas con un grupo grande a ver otra película, no hay entradas, y de una manera absurda la mayoría decide ir a una comedia romántica (la democracia está sobrevalorada en las relaciones de amistad), o estás enfermo en casa viendo la tele, se le acaba la pila al mando a distancia y no puedes cambiar de canal, o estás prisionera en Guantánamo, etc, etc. En fin, que hay múltiples maneras de que una acabe viendo una comedia romántica de Hollywood en contra de su voluntad. Y yo las odio, porque de forma inconsciente, influyen en mi vida…

Antes de seguir, que quede claro, por «comedia romántica de Hollywood», me refiero a esas historias protagonizadas por una treinteañera urbana, con gran éxito profesional y buen nivel socioeconómico, pero que por supuesto es profundamente desgraciada porque está soltera y sin hijos, cuando todo el mundo sabe que la única fuente de felicidad final de una mujer son el marido y los hijos. La película cuenta como conoce al Hombre de su Vida, cómo no se quiere dar cuenta porque ha sufrido muchas decepciones y tiene miedo de volver a enamorarse y sufrir, pero cómo finalmente decide abrir su corazón. Y se casan, son felices, y comen muchas perdices.

A mí las comedias románticas de Hollywood me ponen nerviosa porque añaden un punto de amargura o de simple cabreo a mi vida. Lo de Chicago no es más que un ejemplo, hay otras ocasiones… por ejemplo, las comedias románticas hacen que mis días asquerosos sean aún más asquerosos. Todos tenemos días malos, días asquerosos, días en los que uno debió quedarse en la cama. Yo últimamente los llamo «Días Dracarys», en homenaje a Danaerys de «Juego de Tronos», que cada vez que se cabrea grita «dracarys», y cualquiera de sus tres dragones, o los tres a la vez, chamuscan al subnormal con pintas que la ha cabreado. Yo en esos días asquerosos me encantaría gritar «dracarys», y chamuscar a un subnormal con pintas, cualquiera de los muchos que una se cruza en un día asqueroso. Y el no tener ni tres, ni dos, ni un dragón al que gritar «dracarys» es factor de mosqueo añadido…

Pero esos días asquerosos suelen ser los escenarios favoritos de las heroínas de las comedias románticas para conocer a sus respectivos Príncipes Azules. Ellas suelen toparse con el Hombre Ideal en medio de un día horrible, pero como están inmersas en su amargura, no se dan cuenta, de hecho son las únicas que no se dan cuenta,  porque todos los espectadores en el cine, las moscas que revolotean por la sala del cine, las cucarachas que escarban en la basura del cine, todos tienen clarísimo que el subnormal que normalmente una querría chamuscar si tuviera dragones, es el Hombre Ideal de la heroína. Sólo ella no se da cuenta, básicamente porque es idiota, más todavía que el subnormal, porque aunque sea una mujer con carrera profesional, no tiene marido ni hijos, así que algo de discapacitada debe de tener… cómo supera su incapacidad fundamental y se acaba dando cuenta, es el resto de la película.

Pues bien, yo por culpa de las comedias románticas de Hollywood me cabreo aún más en un día asqueroso. Yo llego a casa en plan, bien, hoy me peleé con mi jefe, me peleé con la mitad de mi equipo, me peleé con mi padre, se fue la luz antes de que pudiera guardar el informe infecto con el que llevo 3 días peleándome, el internet ha ido de pena y por eso no entró ningún correo a tiempo y mañana me esperarán todos, una niñata esquelética en una tienda miró con superioridad mis muslos antes de anunciarme que no tenía pantalones de mi talla, al meter el coche en el garaje lo rallé contra esa maldita columna que se cambia de sitio todos los días, en mi nevera sólo hay un cartón de leche caducado, ninguna amiga coge el teléfono, me hice una rozadura en el pie y no encontré una maldita tirita (curita) en todo el planeta así que estoy cojeando, no tengo ningún dragón al que gritarle «dracarys», y encima NO HE CONOCIDO A MI PRÍNCIPE AZUL…

Luego está el hecho de que las comedias románticas de Hollywood me hacen pensar que no tengo los amigos adecuados, particularmente los amigos gays adecuados. Yo tengo amigos maravillosos, y los amo. Muchos de ellos son gays, por cierto. Todos mis amigos me apoyan y están ahí cuando los necesito, pero las comedias románticas a veces me hacen sentir que no hacen lo que tendrían que hacer. Las protagonistas de las comedias románticas siempre tienen un Mejor Amigo Gay (a veces su vecino, a veces su compañero de piso) que no parece tener nunca mejor cosa que hacer que esperarla en casa con uno tarro de helado de chocolate para consolarla. El Mejor Amigo Gay es monísimo y elegante, da consejos amorosos que normalmente incluirán una frase de una canción de Barbra Streisand o de Madonna, no tiene vida propia, por lo que si hay que coger un avión para ir a otra ciudad a escuchar los gritos histéricos de la protagonista, lo hará, y, lo dicho, siempre tienen un tarro de helado de chocolate en la mano,es como los uruguayos con el mate, se podría decir que salieron del útero materno con el tarro de helado de chocolate en la mano. A veces hay variaciones, una bolsa de patatas fritas, una botella de vodka, (hubo un tiempo que era un paquete de cigarrillos pero eso ya está prohibido). Pero el Mejor Amigo Gay nunca tiene otra cosa en la mano, no sé, un libro o una azada para cavar…

Hay una variación al Mejor Amigo Gay: la Mejor Amiga Chistosa. La Mejor Amiga Chistosa suele ser más patética aún, está clarísimo que no tiene vida propia por lo que realmente la única razón de su existencia es escuchar los llantos de su amiga protagonista (normalmente en un café super mono o en unos grandes almacenes probando perfumes), suele estar gorda (a diferencia de a la protagonista y al Mejor Amigo Gay, a ella sí que le engorda el helado de chocolate, las patatas fritas y el vodka), y sus consejos irán de la amargura profunda, a la filosofía de Corín Tellado. Pero desde luego su intervención será decisiva para que la protagonista se de cuenta de que debe de dar el paso y abrir su corazón a pesar de haber sufrido muchas decepciones y tener miedo de volver a enamorarse y sufrir.

Pero si hay algo que me irrite más que el hecho de que mis amigos maravillosos sean infectados por la duda insultante de si esos clichés patéticos serían mejores compañeros de vida, es que las comedias románticas también han infectado mis viajes en solitario. Yo llevo mucho tiempo viajando sola. Empecé a los 17, desde París me fui a Holanda, a visitar a unos amigos de mi familia, y desde entonces no he parado, me gusta viajar sola, también me gusta viajar en compañía, pero viajar sola siempre me ha divertido. Hasta que un día que estoy subiendo fotos a Facebook de una última escapada en solitario, un amigo me comenta «desde Comer, Rezar, Amar, está el mundo lleno de tías viajando solas..»… y desde entonces mis maravillosos viajes solitarios han quedado tintados de la sospecha de que si no como cual gorda feliz (pero sin engordar), si no rezo cual monja budista feliz, y, lo más importante, si Javier Bardem con camisa de lino dejando adivinar pectorales no aparece y me consquista, de forma que yo abandone mis temores por haber sufrido muchas decepciones de volver a enamorarme y sufrir, mi viaje habrá sido un fracaso.

En definitiva, lo más irritante de las comedias románticas de Hollywood, es que Hollywood inventó estas comedias en los años 30, pero lo hizo con una Rosalind Russell quedándose con un egoísta y encantador Cary Grant, pero porque este le divertía más y le ofrecía un futuro profesional aparte de amor; con una Katherine Hepburn obligando a Cary Grant (todas tenía que ligarlas el pobre) a pasearse con un tigre a cuestas durante toda una noche antes de que él aceptara que ambos estaban hechos el uno para el otro; con una Barbra Stanwyck subiéndose a un par de libros para alcanzar a Gary Cooper y poder plantarle un beso sin pedirle permiso y sin preocuparse de las consecuencias (porque si tienes a Gary Cooper delante, lo besas sin ponerte a pensar en que vas a volver a enamorarte y sufrir, lo besas y punto, leñe); y con una Lauren Bacall volviendo loco a Humphrey Bogart con un «si me necesitas, silba…» Y 80 años más tarde, Hollywood nos planta a Sandra Bullock arrodillada pidiendo matrimonio a un pazguato, a Drew Barrymore convocando a toda una cancha de fútbol como única forma de conseguir que la bese alguien, a las inteligentes y divertidas protagonistas de «Sex and the City» convertidas en unos mamarrachos infantiles inseguros con la menopausia, a Cameron Díaz renunciando a ser arquitecta para casarse, a Julia Roberts haciendo el idiota para agenciarse tipos que desde luego NO son Cary Grant ni Gary Cooper… ¡y además incluso nos dicen que todo eso representa el feminismo del siglo XXI…!

Chicas, ¿qué coño nos ha pasado…?

 

3 Comments

  1. Anónimo - 25 noviembre, 2013

    Que buena columna , saludos un gay de santiago de cerca de metro salvador !!!

  2. Bronte - 28 noviembre, 2013

    Gracias Gay Anónimo (que espero no tengas el tarro de helado de chocolate incorporado!)

  3. España abdica | bitacora de bronte - 17 agosto, 2015

    […] secretaria en Montevideo afirmaba públicamente que sí, que doy miedo. Asumiendo que hoy es un Día Dracarys de los gordos, me vine para casa. Por el camino fui lógicamente acompañada por una población […]

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