Cuchillo de palo

Poco antes de irme de vacaciones de agosto a España, vi la película española del DocMontevideo, «Cuchillo de palo» de la paraguaya Renate Costa. Creo que es de las historias más poderosas y conmovedoras que he visto últimamente: se trata de la investigación que la directora realiza para conocer las causas de la muerte de su tío, que era homosexual y murió en extrañas circunstancias en los años 80 en Asunción. Cuchillo de palo es una historia terrible de opresión (Stroessner odiaba especialmente a los homosexuales) y de intolerancia, y así vamos contemplando todo un camino de auto exclusión doloroso de un hombre que acabó creyéndose y asumiendo el rechazo de los demás, su familia en primer lugar, que dejaba las sillas cerca de él vacías en las reuniones familiares, hasta el punto de encerrarse y perder toda su alegría de vivir… observamos héroes increíbles y maravillosos, el dueño del bar gay que jugaba con el tío cuando eran adolescentes («nos disfrazábamos y bailábamos calladitos para que no nos descubrieran…»), que se define como un «marica total», pero al que luego admiramos porque se atrevió a tener un bar al que iban los homosexuales en los peores momentos, una transexual que al principio nos parece ridícula, perdiendo las pestañas mientras llora como una descosida por el tío de Renate (la primera persona que llora por él en la pantalla), pero que nos deja como una pieza cuando, tras hablar con calma del calvario que tuvo que pasar, afirma tranquila: «yo nunca he tenido miedo de mostrar abiertamente lo que soy… una mujer hermosa», y la profesora de baile, una viejecita tranquila, de esas que te cruzas en el mercado con el carrito de la compra, y que se plantaba todos los días en la comisaría para interceder por los alumnos que la policía detenía periódicamente por asumir que un hombre que baila es gay… me quedé petrificada con el momento en que la voz de Renate nos cuenta que su madre, que había abandonado a su marido y quedado embarazada de su nuevo novio, también sufrió el boicot familiar delante de ella, que era una niña, en un funeral en el que nadie se sentaba a su lado… hasta que el tío se acercó a ella, tomó su mano y rezaron juntos…

Terminada Cuchillo de Palo, Renate comentó la película con el público presente y en un momento que alguien le preguntó la razón por la que quiso contar esa historia, ella misma rompió a llorar: «porque mi tío tomó la mano de mi madre embarazada…»

 

A pesar de que la historia y la directora de Cuchillo de palo es paraguaya, la película es española, producida por Estudi Playtime. Hace unos días vino a verme la responsable, Marta Andreu, que es profesora de uno de los mejores másters de creación documental que hay en Europa, de la Pompeu Fabra, en el que se ha formado la mitad de los creadores latinoamericanos, y que ha inspirado, aupado, y ayudado en todo el proceso de creación del DocMontevideo. Marta me cae genial al minuto de conocerla. En primer lugar, porque es de esos agentes anónimos extraoficiales de los que se ha dotado la cooperación española, de los que creen realmente en sus objetivos de aprendizaje y conocimiento mutuo, formación y creación de estructuras propias. Lleva tiempo por tanto colaborando con gente de Latinoamérica en el ámbito audiovisual, y de ahí su ayuda en el DocMontevideo. Pero es que además en los ojos de Marta ves a una mujer que entiende perfectamente el lenguaje audiovisual, y yo, que he visto tanta película, tanta serie, tanto documental, y que a estas alturas no puedo soportar un truño fílmico como los que aún nos siguen colando periódicamente en las carteleras, o en la TV, o en un acto de celebración del Día de Europa, cuando nuestra adorable Delegación UE en Montevideo se descolgó con un documental sobre la inmigración europea en el Uruguay que aún recuerdo en mis más siniestras pesadillas, pues me pongo contenta cuando gente como Marta me dice que contar una buena historia con una cámara no es cuestión de dinero, sino de empeño, ganas, trabajo, talento e ilusión.

Hablamos de un proyecto que lleva circulando unos meses ya en Uruguay, y del que ella sabe porque conoce al chico que quiere dirigir el documental: se trata de la historia de un vuelo que se fletó desde España a principios de los 80 con niños (de 3 a 16 años) de exiliados políticos uruguayos en Europa. La excusa era que esos niños pudiesen ver a sus familias de origen, pero había una fuerte motivación política, en esos años en que la dictadura uruguaya empezaba a tambalearse, y los niños fueron recibidos en el aeropuerto de Carrasco como héroes al grito de «¡tus padres volverán!»… algunos de esos niños reniegan ahora de adultos de esa historia, sienten que se les utilizó, otros en cambio tuvieron una conexión fortísima con un país que sus padres les imbuían era el suyo, pero que aún no conocían… es una historia poderosa, va a recibir financiación española vía Fundación Carolina y Casa de América (desde la Embajada los asesoramos para que pidieran las ayudas), y ahora charlo con Marta sobre nuestra (mutua) esperanza de que el resultado sea algo decente desde el punto de vista fílmico, más allá del gran interés de la historia. Como dice ella, «en eso se basa que luego la película se estrene en los Renoir en Madrid, y reciba premios en Cannes, o que en cambio se ponga un día en TVE2 a la 1 de la mañana…»

Geografías en la Licorne: la Jerusalén que mata

«¿Vas para la librería?» me pregunta Daniel que camina por Ellauri junto a Valentín… «nosotros vamos a buscar vino, que me bebí todo el whisky…» Me río: «caray, Daniel, que se supone que esto es una ronda de lecturas, una sesión cultivada, no una reunión de bebedores…»

Hoy toca Ronda de Lecturas en La Licorne. La Licorne es una especie de librería, digo «especie» porque es más que una simple tienda en donde se venden libros, es un lugar de encuentro, residencia de poetas, biblioteca, salón de talleres de literatura, escritura e idiomas, terraza de conciertos, feria de domingos, etc etc… me la descubrió mi amigo Leo, de la Embajada argentina, que me recomendó un curso de Borges y Cortázar que impartía Jorge, uno de los dueños, al que fui con mis padres y más amigos. Es un local mágico, la verdad, en el corazón de Pocitos (porque «inside Pocitos» también hay cultura, que conste…), y sólo entrar da una sensación cálida de hogar.

Desde entonces, sigo yendo, y sobre todo nunca me pierdo la Ronda de Lecturas, en la que nos juntamos un grupo variopinto, de todas las edades y procedencias, y, bajo un mismo tema cada vez, llevamos una lectura para compartir y bebemos whisky o vino (o lo que lleve Daniel). A veces cocina un chef chileno que vive con los poetas bohemios de la Licorne. Hoy el tema era «Geografías», abrió Juan con unas descripciones de unos poetas israelíes y siguió Jorge, con «Pedro Páramo»… Yo esta vez me animé con un trozo de «Jerusalén», de Selma Lagerloff, que fue la primera mujer que ganó el Nobel, y que noveló sobre un hecho verídico: un grupo de campesinos suecos que dejaron todo su mundo atrás para instalarse en Jerusalén a principios del S.XX, con la idea de instalarse con una comunidad cristiana de estadounidenses, que vivían en un sitio conocido como la «Colonia americana», y que hoy es uno de los hoteles más famosos de la ciudad. La novela es preciosa e intensa, un hallazgo que descubrí mientras hacía cola para pagar la leche en el «Opencor» de mi barrio de la Florida en Madrid, en un estante en el que se apilaban libros de Coelho, Zafón, y César Vidal. (Nota para uruguayos: el Opencor es una cadena de tiendas que abre hasta muy tarde, y por tanto de los sitios en los que se puede ir a comprar leche y demás al salir, siempre tan tarde, de la oficina…)

La descripción que hace de Jerusalén en un momento dado, es impresionante, teniendo en cuenta, además, que en aquel momento aún no existía Israel… no puedo reproducir el trozo entero, pero voy a intentar resumirlo, porque en su día cuando lo leí me recordó muchísimo a aquel día de espanto que mi prima Soli y yo pasamos en la Ciudad Santa…

«La verdad es que no todo el mundo tiene la fuerza necesaria para sobrevivir a una estancia prolongada en Jerusalén. Aunque soporten bien el clima y consigan eludir el contagio de enfermedades, ocurre que la gente perece. La Ciudad Santa induce a la melancolía o la locura, incluso a la muerte. Es imposible permanecer en la ciudad un par de semanas sin que, alguna vez, oigamos cometar sobre alguna persona fallecida repentinamente: «es Jerusalén la que le ha matado«

Lagerloff a continuación, describe tres Jerusalén distintas, en busca de esa Jerusalén que mata, describe maravillosamente «la Jerusalén de la guerra», en donde tantos ejércitos batallaron, «la Jerusalén del Apocalipsis», y «la Jerusalén del desconsuelo de la Vía Dolorosa», pero concluye en los tres casos que esas no son la Jerusalén que mata… y luego describe la zona nueva, la de los nuevos barrios de extramuros, con las casas de misioneros, iglesias, hospitales, casas de peregrinos e instituciones benéficas, por «donde pululan frailes y monjas, enfermeras y diaconisas, popes y misioneros»… «donde se celebran misas y oficios donde se disputan almas»

Y allí llegamos a la conclusión: «Aquí es donde el católico despotrica contra el protestante, el metodista contra el cuáquero, el luterano contra el reformista, el ruso contra el armenio. Por aquí acecha la envidia, aquí desconfia el idealista del ensalmador, aquí litigan los ortodoxos con los herejes, aquí no se practica la clemencia, aquí se odia a todo el mundo para mayor gloria de Dios»


«Y es aquí donde encuentras lo que estabas buscando. Aqui está la Jerusalén de la caza de almas, aquí está la Jerusalén de las malas lenguas, aquí está la Jerusalén de la mentira, la difamación y la calumnia. Aquí se acosa sin tregua, aquí se mata sin armas. Ésta es la Jerusalén que quita la vida a las personas«

Termina la Ronda, hemos escuchado el cuento de Dahl sobre el chico que se apuesta un dedo a que su encendedor se enciende sin falta y que Hitchcock adaptó para la TV, Daniel ha leído de su antepasado Supervielle, y Valentín un poema brasileño que despierta la emoción de una de las presentes… terminamos y Jorge bromea sobre lo rápido que leo siempre… Camino a casa recordando aquella foto que me sacó Soli junto al Muro de las Lamentaciones, queríamos sacar a unos soldados israelies caminando junto al túnel que lleva al Barrio Musulmán, y me dijo que disimulara, que sonriera, y por eso salgo sonriendo… cuando en realidad lo que me apetecía era llorar del disgusto que tenía, tras un día entera rodeada de santos lugares y santas personas, en una ciudad santa, «en la que todos se odian para mayor gloria de Dios…»

La diferencia entre haber estado y ya no estar…

Tras el Mercado del Puerto, me fui para la Cinemateca, en donde terminábamos las Jornadas sobre José Saramago que hemos montado junto con la Embajada de Portugal. Se emitía «José y Pilar» un documental sobre el poeta y su mujer, Pilar del Río

La verdad es que la semana de actividades quedó muy bien, Raquel, mi colega de la Embajada de Portugal, se lo curró increíble, hicimos buen equipo y fue todo de lo más completo.

Habíamos tenido la inauguración el lunes, en el Paraninfo de la Universidad de la República.

Por cierto que nos grabaron en TCC: Raque sale a partir del minuto 3 y yo del 10.

También quedó muy bien el recital con Andrés Stagnaro en el CCE. Aquí Raquel se animó y recitó unos poemas con él.

 

Y concluímos con una mesa redonda en la Cinemateca, en la que se exhibía «José y Pilar«, un documental hispano-portugués que recopila cuatro años de vida del escritor con su mujer española en Lanzarote. La película me había gustado mucho más de lo que esperaba, lo cierto es que estaba muy bien contado, y te permitía acceder, no sólo al personaje de Saramago, sino a toda su relación con Pilar del Río (que es omnipresente en la película, Raquel había bromeado diciendo que se podía llamar «Pilar y Pilar»), a la mercadoctenia agotadora que rodea a los escritores hoy día (impresionante la escena en la Fería del Libro en Guadalajara, con Saramago y García Márquez recibidos como estrellas de rock, y los dos al final dormitando en las conferencias de puro agotamiento), y también al proceso de creación literaria.

 

Valentín Trujillo en el Observador había publicado en su día un artículo criticando a Pilar, a la que consideraba «destestable», por someter a un octogenario a las agotadoras sesiones de trabajo que se ven en la película. Me figuré que habría más gente que pensaría igual, así que me decidí a participar en la mesa redonda defendiendo a mi compatriota, no sólo por crear debate, sino porque también creo que merece ser defendida (¿quién era el obsesionado por hacerlo todo y vencer a la muerte, él o ella? ¿quién creó el personaje de Saramago, el que cosechó premios y éxitos? ¿se critica a una mujer que pasa las 24 horas girando en torno a su marido?…) o al menos no ser criticada automáticamente… de hecho Saramago ganó puntos a mis ojos por la generosidad con que reconoce el papel de Pilar en su vida, no es frecuente que un artista, o un hombre sencillamente, agradezca a su mujer los «servicios prestados»…  No sé si es que los convencí o es que ya estaban convencidos, pero el caso es que no hubo mucho debate feminista al final… en realidad la cosa estuvo muy tranquila, porque el otro posible punto de debate, la relación de Saramago con Portugal, ese periodista portugués que acusa a Pilar de haber robado al escritor de su país para llevárselo a España, apenas despertó discusión, pues como los vaivenes especulativos financieros mundiales han logrado que Raquel y yo nos atrincheremos ideológicamente a lo «Balsa de Piedra», convencidas de la necesidad de unir fuerzas en la península, pues todo terminó muy tranquilo, en una sala repleta, eso sí.

 

Y me quedé enganchada con ese impulso vital de ese viejo que lucha incansablemente contra el tiempo… «Pilar, tengo miedo de no tener tiempo de terminar el libro…» repite durante la película, y ella habla a la cámara después, metida también en el mismo frenesí, «descansar, descansar, qué mania de descansar tienen los jóvenes hoy día… ¡si ya tendrán toda la eternidad para descansar…!»… y esa hermosa definición sobre la muerte: «la diferencia entre haber estado y ya no estar…»

El mercado del puerto

A pesar del dolor de cabeza y del poco sueño (¿qué era esa chorrada del problema la igualdad de hombres y mujeres con la que atormenté a Jenny y Paula…?), me levanto para ir al Mercado del Puerto, en donde Alfonso nos ha convocado a todos. Alfonso es un amigo colombiano «super querido» por todos, usando su expresión favorita. Cuando llegué a Montevideo, mis colegas me aconsejaron que chequeara siempre con Alfonso antes de organizar cualquier cosa en casa, porque si se daba la casualidad de que él estaba recibiendo en casa o montando algo cultural, era seguro que mi actividad estaría condenada al fracaso… Alfonso acabó siendo uno de mis mejores amigos en Montevideo, y me presentó, en una cena divertidísima que celebró para darme la bienvenida y en otros momentos, a algunas de las personas con quien más relación he tenido en esta ciudad, empezando por Ifi. Luego Alfonso se fue a Bogota, reclamado por su Ministerio para ocupar el puesto de Director para Europa, y desde entonces es extrañado por todos, aunque él procura volver de vez en cuando, y nos convoca en el local de su amiga Verónica en el Mercado.

A mí me encanta el Mercado del Puerto los sábados, incluso si no fuera por Alfonso, creo que me habría animado a venir. Vine a un sábado de mercado en mi tercer día en esta ciudad, un 3 de octubre de 2008, Día del Patrimonio, aún lo recuerdo, con Gustavo y Pilar en el Palenque, y ese día quedé fascinada pensando que Uruguay era igual que España y que disfrutaría de eternas sesiones de tapeo… luego asumí mi error inicial, porque no, los uruguayos no tapean como nosotros (nota para españoles: en efecto, comen siempre sentaditos, nada de barra, y con plato, cuchillo y tenedor para cada uno… sólo se desmelenan un poco con los asados, pero sólo en el Mercado los sábados los vi arrimarse a una barra, y no a todos, que conste)… así que cuando echo mucho de menos el tapeo de mi tierra, me voy de sábado al mercado, que rara vez falla…

La cheta de losa radiante

Vale, soy una cheta de losa radiante (nota para españoles: cheta=pija/nota para uruguayos: «pija» en España no es lo mismo que en Uruguay, o al menos no es sólo lo mismo que en Uruguay…). Esa es la definición que Paula y Jenny utilizan para mí. Yo estoy de acuerdo: yo nunca renuncíaría a la losa radiante, ni a cualquier otro sistema de calefacción central que me permita pasar el frío y húmedo invierno montevideano con calorcito hogareño en el sofá de mi casa, y soy capaz de matar antes de perder mi losa radiante porque YO HE PASADO FRÍO. Sí, lectores míos, yo pasé frío en varios sitios en mi vida (¡¡maldita beca Erasmus en Normandía!!!), pero sobre todo pasé frío en Madrid, cuando me mudé a vivir allá en los primeros años del siglo XXI, cuando las tres chicas que compartíamos piso en la calle Florida democráticamente votamos no poner la calefacción individual hasta el 1 de noviembre y así ahorrar en la factura del gas, y yo puse a Zeus por testigo, durante aquel laaargo y frío octubre, envuelta en mantas mientras memorizaba los artículos del Código Civil sobre nacionalidad, que nunca, nunca más volvería a pasar frío… así que aprobé la oposición, ingresé en la Carrera Diplomática, y ya nunca más volví a pasar frío (el que pasé mirando glaciares chilenos no cuenta…)… y por eso yo antes muerta que sin losa radiante, ¡que puse a Zeus de testigo!

Yo adoro a Paula y a Jenny, de todas formas, ellas son de mis amigas mejores del grupo «outside Pocitos». Yo en Montevideo tengo dos grupos de amigos, los «inside Pocitos» y los «outside Pocitos» (nota para españoles: Pocitos es un barrio de Montevideo, que también incluye a mi barrio de Punta Carretas)… esta definición va muuuucho más allá del hecho de vivir fuera o dentro de Pocitos (Paula ahora vive en un piso divino de Punta Carretas, y ella es «outside Pocitos»)… también va mucho más allá del hecho de tener más o menos dinero, tengo amigos «inside Pocitos» que no son particularmente ricos, y amigos «outside Pocitos» con más que saneadas cuentas corrientes en el banco. El hecho de estar fuera o dentro de Pocitos es más un estilo de vida, un modo de pensar, una actitud vital… quien mejor la definió fue quizás Ifat, aquel día que salimos por el Centro en la Noche de las Llamadas, y feliz de la vida le dije, «Ifi, esto estuvo genial, tenemos que salir de Pocitos más a menudo…» Y ella me miró, y agitando la mano respondió: «y bueno… SALÍ»

Mis primeros amigos en esta ciudad fueron en su mayoría «inside Pocitos», con Fa e Ifi a la cabeza, y por eso las quiero particularmente, porque estuvieron allí en mis primeros meses en Montevideo, cuando por tener, yo no tenía ni muebles en mi piso inmenso, y a pesar de ello vinieron a tomar té conmigo sentadas en el piso (calentito gracias a la losa radiante, eso sí)… mis amigos «outside Pocitos» vinieron después, fui sabiendo de su existencia conforme pasaban los meses, y conocí a gente como Gerardo y Gastón que me decían cosas tipo «nena, mirá, el uruguayo no compra la comida en el Disco del Shopping de Punta Carretas…» y por fin algunos fueron capaces de adivinar a la chica que memorizaba el Código Civil con guantes de lana, en la Cheta de Losa Radiante, y así fue como me hice amiga de Paula, Fernando, Leandro, Jenny… (Luego tengo un tercer grupo de amigos, los de Carrasco, pero como yo a Carrasco sólo voy obligada y conducida, porque como es sabido gracias a mi exclusiva entrevista para Galería, yo en Carrasco me pierdo, pues al final los veo casi tan a menudo como a los amigos de España…)

En fin, me voy con Paula y Jenny a tomarme unos gin-tonics tras disfrutar de La Zaranda (¡¡¡lo que he disfrutado escuchando acento andaluz y humor negro español en el Solís!!!). Nos vamos al Mingus en Palermo, que es el sitio en el que tuve mi última cita interesante, con un ex-combatiente de la guerra de Iraq (que al final resultó ser un idiota, pero que en ese momento me fascinó, obviamente tratándose de Iraq y siendo yo la chica «Madame Diwaniya» de la Escuela Diplomática y hoy mujer que circula con un «llavero souvenir» comprado por Pablo Rupérez en el aeropuerto de Bagdad en plena guerra…)… el Mingus es también el bar en el que Jenny hace meses deleitó a Manolo Durán, de visita desde Buenos Aires, contándole el partido Ghana-Uruguay del Mundial de Sudáfrica (¡¡Loco, no la piques, no la piques, no, Loco, no!! ¡¡Ay, que la va a picar, que la pica, que la picó… y que LA METIÓ!!!! Nota para españoles: … ay bueno, no rompáis las bolas, buscadlo en google…).

Dos horas y tres gin tonics bastan para que Jenny, Paula y yo resolvamos el mundo. El mundo masculino, obvio, qué interés tiene en resolver el mundo financiero, a ver… Y ahora es cuando mis lectores se preparan para leer los cotilleos del mundo teatral uruguayo, y no, lamentablemente, les voy a decepcionar, porque cuando inicié este blog me prometí a mí misma que nunca, bajo ningún concepto, desnudaría las intimidades de nadie, excepto las mías propias, así que desencantaos… Conforme pasa la noche (y los cotilleos…), llegó a una Conclusión Genial, de esas que si yo fuera Presidenta del Mundo Mundial deberían estudiarse en los colegios: el problema con las relaciones hoy día es que somos hijas de una generación de mujeres que en el fondo consideraban a los hombres una raza inferior, y de ahí que ellas lo hicieran todo para ellos, que les cocinaran, limpiaran, cuidaran, educaran a sus hijos en solitario, organizaran sus cuentas, etc, etc, porque en el fondo miraban a sus hombres como niños pequeños incapaces de valerse por sí mismos… nuestra generación, en cambio, cree en la igualdad, por encima de todo, y por ello, exigimos a los hombres lo mismo que nos exigimos a nosotras mismas… es decir que los problemas no vienen de que hombres y mujeres por fin sean iguales, sino porque nosotras los consideramos iguales…  Yo estoy feliz con mi Conclusión Genial, y los gin-tonics me hacen pensar que es una Conclusión Genial de la Muerte que merece un pormenorizado desarrollo… Paula y Jenny están de acuerdo y me ayudan, aunque no sé si es porque lo piensan de verdad, o porque se han puesto hasta el culo de gin-tonics (bueno, seré justa, Jenny sólo tomó uno)…

Me despierto al día siguiente a las 9 de la mañana con un dolor de cabeza monumental y cubierta de sudor… en mi piso maravilloso de losa radiante nunca hace frío… pero ¿y el calor, hablamos del calor…?

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